Tengo un tesoro tan grande, querida hermana... Quisiera dar gritos de
alegría y decirle a toda la creación: Alabad al Señor, amad al Señor, es tan
bueno, es tan grande... es Dios. El mundo no ve; es ciego y Dios necesita amor,
mucho amor. Yo no puedo darle todo, soy pequeño, me vuelvo loco. Quisiera que
el mundo le amase, pero el mundo es su enemigo. Señor, qué suplicio tan
grande; yo lo veo y no lo puedo remediar... Yo soy muy pequeño, insignificante,
el amor que te tengo me abruma. Quisiera que mis hermanos, mis amigos, todos,
te amasen mucho.
Qué pena da el ver a los hombres que, al ver pasar a la comitiva de
Jesús y sus discípulos, permanecen insensibles. .. Qué alegría tendrían los
apóstoles y los amigos de Jesús cada vez que un alma veía claramente, se desprendía
de todo y se unía a ellos y seguía al Nazareno, que lo único que pedía era un
poco de amor. ¿Vamos nosotros a seguirle, querida hermana? El ve nuestra
intención y nos mira, se sonríe y nos ayuda... Nada hay que temer. Iremos para
ser los últimos de la comitiva que pasa por tierras de Judea, calladitos, pero
alimentados con un amor enorme, inmenso a Jesús. Él no necesita ni palabras,
ni ponernos a su alcance para que nos vea, ni grandes obras ni nada que llame
la atención... Ser los últimos amigos de Jesús, pero los que más le quieren.
San
Rafael Arnaiz Barón
Joven monje (rápense, uno de los grandes místicos del siglo XX. Sus
numerosos escritos se han difundido ampliamente.
Fue canonizado en el año 2009 (1911-1938).
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