La oración hecha durante la noche tiene un gran poder, mayor que la
que se hace durante el día. Por eso todos los santos han tenido la costumbre de
orar de noche, combatiendo el amodorramiento del cuerpo y la dulzura del sueño,
sobreponiéndose a su naturaleza corporal. El mismo profeta decía: Estoy agotado de gemir: de noche lloro
sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas, mientras suspiraba desde lo hondo de su
corazón con una plegaria apasionada. Por cada una de las peticiones que los
santos querían dirigir a Dios con fuerza, se armaban con la oración durante la
noche y así recibían lo que pedían.
El mismo Satanás nada teme tanto como la
oración que se hace durante las vigilias. Aunque estén acompañadas de
distracciones, no dejan de dar fruto, a no ser que se pida lo que no es
conveniente. Por eso entabla severos combates contra los que velan para
hacerles desdecir, tanto como sea posible, de esta práctica, sobre todo si se
mantienen perseverantes. Pero los que se ven fortificados contra estas astucias
perniciosas y han saboreado los dones de Dios concedidos durante las vigilias,
y han experimentado personalmente la grandeza de la ayuda que Dios les
concede, le desprecian enteramente a él y a todas sus estratagemas.
San Isaac el Sirio
Monje y obispo, asceta, místico, escritor
y teólogo (640-700).
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