Jesús no va a negar la legitimidad del ámbito político, ni el de
cualquier aspecto de la realidad humana, pero va a mostrar que a Dios no se le
puede encerrar en él porque lo trasciende. Hay un orden social que debe ser
cuidado pero, y es lo más importante, hay que darle a Dios lo que le
corresponde. Al igual que una moneda lleva la efigie de quien la ha acuñado,
también el hombre, en su interior, lleva la imagen de Dios. Con contundencia
señaló san Juan Crisóstomo: «Cuando se os dice "dad al César lo que es del
César", entended que habla el Señor solo de aquellas cosas que no pugnan
con la religión, pues, en caso contrario, ya no sería un tributo pagado al
César, sino al diablo».
Las palabras de Jesús no conducen a un enfrentamiento, ese en que lo
querían introducir herodianos y fariseos, sino, al contrario, iluminan un mundo
que Dios ama y que quiere ordenar con su amor contando con la libertad humana.
Precisamente, al colocar a Dios en primer lugar, se ordenan todos los deberes de justicia y todos los amores. Solo de esa manera es posible dar el trato adecuado a cada uno.
David AMADO FERNÁNDEZ
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