María Magdalena dice al Señor: Si te lo has llevado tú... como confesando la causa de sus lágrimas. Ella habla de «él» sin
pronunciar su nombre. Esto es propio del amor: lleno de aquel al que ama, el
amante cree que todos los demás participan en la misma pasión del amor... María
no se imagina que alguien pueda ignorar la causa de su inmenso dolor. Jesús le
dice: «María». Hace un momento la llamó con el nombre genérico de su sexo:
«Mujer», y no se dio a conocer. Ahora la llama por su nombre propio, como si le
dijera sin ambages: «¡Reconoce al que te conoce!» Lo mismo dijo Dios a Moisés,
el hombre perfecto: Te conozco por tu nombre, es decir, «no te conozco como el conjunto de las personas, sino que te
conozco personalmente».
Así, llamada por su
nombre, María reconoce a su creador y le responde al instante: Rabboní, es decir,
maestro. Era él a quien ella buscaba fuera, pero
él le pedía que lo buscara dentro. María de
Magdala se va a anunciar a los discípulos: «He visto al Señor», y les contó lo que Jesús le había dicho. El pecado de los Hombres abandona el corazón de donde
había salido. Una mujer ofreció en el paraíso al hombre
el fruto de la muerte; una mujer anuncia junto a la
tumba la vida a los hombres y transmite las palabras del
que da la vida.
San Gregorio Magno
Nació en Roma; prefecto
de su ciudad y monje después, fue papa desde el año 590. Es doctor de la
Iglesia (540-604).
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