Cuando Jesús vino a sus apóstoles, las puertas estaban cerradas, y se puso
en medio de ellos, que, llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un
fantasma. Exhaló
su aliento sobre ellos diciendoles: Recibid el Espíritu Santo, y este don ha sido una indudable prueba de su resurrección y de su
nueva vida. En efecto, es el Espíritu quien da testimonio primeramente en el
corazón de los santos de que Cristo es la verdad, la resurrección verdadera y
la vida. Por eso, los apóstoles, que habían dudado incluso teniendo delante de
ellos su cuerpo vivo, daban
testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor después de haber gustado este Espíritu
que da vida.
Es mucho más ventajoso para nosotros
acoger a Jesús en nuestro corazón que verle con nuestros ojos u oír su voz. La
acción del Espíritu Santo sobre nuestros sentidos interiores es mucho más
poderosa que la impresión que pueden hacer en nuestros sentidos exteriores los
objetos materiales. Hermano, la señal por la cual reconocerás que tu espíritu
ha recobrado vida en Cristo es esta: si en tu interior dice: «¡Si Jesús está
vivo, eso me basta!» ¡Oh palabra de fe y muy digna de los amigos de Jesús!
Beato Guerrico de IGNY
Abad cisterciense (1080-1157)
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