Cuando
Cristo, sumergido en el Jordán, subió de las aguas, descendió sobre él el
Espíritu Santo. Lo mismo vosotros, salidos de las fuentes bautismales, habéis
sido
ungidos con el sagrado crisma. Este sello
con que el mismo Cristo fue marcado es el Espíritu Santo. Cristo, en efecto, no
fue ungido por hombres. El Padre es quien lo estableció Salvador del universo y
lo ungió con Espíritu Santo, tal como lo proclamó David: Dios, tu Dios, te ha
ungido con óleo sagrado, ante todos tus compañeros.
Así como Cristo fue realmente crucificado,
sepultado y resucitado, también vosotros, por el bautismo, habéis sido
admitidos a participar simbólicamente en su cruz, en su sepultura y en su
resurrección. Esto mismo vale también para la unción: Cristo fue ungido con
óleo de alegría espiritual, por el Espíritu Santo, porque él es fuente de
alegría espiritual. Y vosotros habéis sido ungidos de un óleo santo que os ha
convertido en compañeros de Cristo mismo. Primero os han ungido en la frente
para liberaros de la vergüenza del primer Adán y poder contemplar con el rostro
descubierto, como en un espejo, la gloria de Cristo.
San CIRILO DE JERUSALÉN
Obispo de
Jerusalén, autor de catequesis y predicaciones, sufrió varios destierros. Es
doctor de la Iglesia (315-386).
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