Cristo no da testimonio de sí mismo, ni dice quién es ni de dónde
viene. Él está entre sus contemporáneos como el que sirve. Solo después de la
resurrección, y sobre todo después de su ascensión, cuando el Espíritu ya había
venido, los apóstoles comprendieron quién era aquel que había estado con ellos.
Aquí vemos la manifestación de un principio general que se presenta ante
nosotros a menudo, tanto en la Escritura como en la vida del mundo: no
reconocemos la presencia de Dios mientras está con nosotros, sino después,
cuando volvemos la mirada sobre los acontecimientos pasados.
Acontecimientos agradables o dolorosos: no sabemos en el momento su
significado. No vemos en ellos la mano de Dios. Si tenemos fe, confesamos lo
que no vemos y acogemos todo lo que nos acontece como venido de su mano. Con
todo, tanto si lo aceptamos con espíritu de fe como si no, no hay otro medio de
aceptarlo que la fe. No vemos nada. No comprendemos cómo puede suceder tal
cosa o a qué sirve tal otra. Mirad a José, vendido por sus hermanos: una vez
pasada la calamidad, comprendió lo que en su momento resultaba incomprensible y
dijo a sus hermanos: Dios
me envió delante de vosotros para salvar vuestras vidas. No fuisteis vosotros
quienes me enviasteis a este lugar, sino Dios.
Beato John Henry NEWMAN
Nace en Londres; convertido del
anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa
(1801-1890).
No hay comentarios:
Publicar un comentario