La parábola del sembrador nos habla de la misericordia de Dios y de como
Dios no se cansa de difundir su bondad. Señala S. Juan Crisóstomo : “En qué
cabeza cabe sembrar sobre espinas, sobre roca y en el camino?” aquí se ve como
la lógica de Dios es muy distinta a la nuestra. No ofrece su gracia solo a los
justos, sino también a los pecadores e incluso a aquellos que probablemente la
rechazarán. Pero hay algo en esa semilla que la hace diferente. Es lo que señala
Isaías: No volverá a mí vacía, sino que
hará mi voluntad y cumplirá mi encargo. La Palabra de Dios es eficaz. Por eso,
señala S. Juan Crisóstomo que el sembrador deja caer la semilla también sobre
terrenos improductivos, porque tiene el poder de transformarlo: Tú cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces
sin medida.
Esto nos hace pensar que el sembrador no solo ha salido un día, sino que
vuelve una y otra vez. Quizás lo sabemos por nuestra propia experiencia, pues
muchas veces hemos sido infieles, pero el Señor ha vuelto a tendernos la mano. Nos
ha llamado una y otra vez y sigue haciéndolo.
Hay palabras suyas a las que no hacemos caso, pero Jesús vuelve a
pronunciarla: las encontramos en un texto, en una conversación o proclamadas en
la liturgia. Y un día, por su gracia, se
hacen vida en nosotros.
La parábola nos habla también de nuestra disposición. Porque podemos volvernos terreno
impenetrable, caer en la superficialidad o dejarnos ahogar por los afanes del
mundo. Pidamos con humildad ser un terreno apropiado para acoger las amorosas
enseñanzas de Dios. Si no lo somos, que el Señor nos roture para que nuestro
corazón pueda recibir el amor que Él nos da.
David AMADO FERNÁNDEZ
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