Bendito Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes tú desde
la cruz? Ayer vi claramente que solamente acudiendo a ti se aprende; que solo
tú das fuerzas en las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu
cruz, viéndote clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad,
caridad y mansedumbre. No me olvides, Señor... mírame postrado a tus pies y
accede a lo que te pido. Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan
azotes de parte de las criaturas... iqué me importa! Contigo a mi lado lo puedo
todo... La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que tú me enseñas
desde tu cruz, me da fuerzas para todo.
A ti te escupieron, te insultaron, te azotaron, te clavaron en un
madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te ofrecías... ¡Qué
podré decir yo de tu pasión!... Más vale que nada diga y que allá adentro de mi
corazón medite en esas cosas que el hombre no puede llegar jamás a comprender.
Conténteme con amar profundamente, apasionadamente el misterio de tu pasión...
¡Qué dulce es la cruz de Jesús! ¡Qué dulce es sufrir perdonando! ¡Cómo no
volverme loco!... Me enseña su corazón abierto a los hombres, y despreciado...
¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado dolor semejante! ¡Qué bien se vive en el
corazón de Cristo!
San Rafael Arnaiz Barón
Joven monje trapense, uno de los grandes
místicos del siglo XX. Sus numerosos escritos se han difundido ampliamente.
Fue canonizado en el año 2009
(1911-1938).
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