¿De
qué tiene sed el Señor? Jesús pide de beber para que se haga más evidente la
sed de la mujer. También nosotros hemos de descubrir la profundidad de nuestra
sed, la que solo puede saciar el Señor. Por eso inmediatamente añade: Si conocieras el don de Dios.
Todo el diálogo que hoy leemos lo podría
mantener el Señor con cada uno de nosotros. Es maravillosa la pedagogía de
Jesús, cómo va conduciendo a la samaritana para que pueda reconocer lo que
verdaderamente necesita. Deja que se defienda con todos los argumentos que
están a su alcance y, uno tras otro, van cayendo ante la suavidad de las enseñanzas
de Cristo. ¿Acaso nosotros, como ella, no estamos tentados de pensar que es
difícil que haya un pozo mejor que el de Jacob, que ha saciado la sed de tantos
rebaños y personas? ¿No nos hemos refugiado en la teología olvidando que lo que
Dios quiere es tener una relación personal con cada uno? ¿No hemos retrasado el
día de la salvación a un futuro indeterminado para no sentir la urgencia de la
respuesta? ¿No hemos recurrido a evasivas cuando la palabra de Dios nos
cuestionaba en lo personal? ¿No hemos encontrado, en fin, mil argumentos
inverosímiles para resistirnos al hecho sorprendente de que Jesús está aquí, junto a mí, y me mira y
me habla?
Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber. Ahí está resumida la llamada a la
conversión: reconocer a Jesús y el amor que me ofrece. Jesús ha movido a la
samaritana haciéndola salir de su cerrazón. Le ha pedido algo. Ha despertado
en ella el movimiento del amor. Era una mujer herida, como tantos de nosotros,
pero en su corazón aquellas palabras la sacaron de su ensimismamiento. De
alguna manera fueron como la espoleta que le permitieron entrar en conversación
sanadora con el Señor. Jesús captó su atención. En lo profundo de aquel
corazón resonaría el eco de una llamada original, que está en todos nosotros:
hemos sido creados por amor y para el amor.
Fijémonos en cómo la mujer cambia totalmente (abandona el cántaro)
cuando escucha: Soy
yo, el que contigo habla. Pidamos eso: reconocer que es Jesús la respuesta a todas nuestras
inquietudes y anhelos; que en él se nos da todo el amor de Dios.
David AMADO FERNÁNDEZ
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