Id y haced que todos los pueblos sean mis
discípulos. En
la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios
quiere provocar en los creyentes. Abrahán aceptó el llamado a salir hacia una
tierra nueva. Moisés escuchó el llamado de Dios: Ve, yo te envío, e hizo salir al pueblo hacia la tierra de
la promesa. A Jeremías le dijo: Adondequiera que yo te envíe irás...
y todos somos llamados a esta nueva
«salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el
camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este
llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las
periferias que necesitan la luz del evangelio.
La
alegría del evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es
una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan
de la misión llenos de gozo. La vive Jesús, que se estremece de gozo en el
Espíritu Santo... Esa alegría es un signo de que el evangelio ha sido anunciado
y está dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del
salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor
dice: Vayamos
a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he
salido... Fiel
al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el
evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras,
sin asco y sin miedo. La alegría del evangelio es para todo el pueblo, no
puede excluir a nadie.
FRANCISCO
Jesuíta argentino, actual sucesor de san
Pedro al frente de la Iglesia católica (1936-).
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