Orad sin cesar por los demás. Se puede esperar su arrepentimiento y
que se vuelvan a Dios. Por lo menos, que vuestro ejemplo les enseñe el camino.
A su cólera, oponed vuestra dulzura; a su arrogancia, vuestra humildad; a sus
blasfemias, vuestra oración; a sus errores, la firmeza de vuestra fe; a su
violencia, vuestra serenidad, procurando no hacer nada de lo que hacen ellos.
Mostrémosles por nuestra bondad que somos sus hermanos. Intentemos imitar al
Señor. ¿Quién ha sufrido la injusticia como él? ¿Quién fue despojado y
rechazado como él? Que no se encuentre entre vosotros la hierba del diablo.
¡Permaneced en Cristo por una pureza y una templanza perfectas, de cuerpo y de
espíritu!
He aquí que hemos llegado al final de los tiempos. Únicamente gracias
a Cristo entraremos en la vida verdadera. Fuera de Cristo no hay nada que
valga la pena. Nada supera la paz; triunfa de todos los asaltos que sufrimos
por parte de nuestros enemigos, sean del cielo o de la tierra... Hoy día ya no
basta con confesar la fe, hay que manifestar hasta el final la fuerza que nos
habita.
San Ignacio de Antioquía
Obispo de Antioquía, en Siria, donde sucede a san Pedro. Escribe siete
admirables cartas a distintas Iglesias de camino a Roma, donde sufriría el
martirio (t 107).
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