Algún
padre de la Iglesia ha visto en estas mujeres un signo de la Iglesia que se
abraza a los pies de su Señor. Hoy de una manera especial se nos manifiesta
esta alegría, que es tanto la de la Iglesia por la victoria de Jesús como la
del Señor por sus redimidos. Es la alegría de un encuentro y de una relación de
amor. Jesús ama a su Iglesia y la Iglesia ama a su Señor. Dice Pedro Crisólogo:
«Cuando sale al encuentro de estas mujeres, no las asusta con su poder, sino
que las previene con el ardor de su caridad. Porque Jesucristo se saluda en su
Iglesia, que ha recibido en su propio cuerpo».
Igualmente el Señor les recuerda que digan a los discípulos, a los que
llama hermanos (porque por la resurrección de Jesús nos viene el don de la
filiación divina), que vayan a Galilea. En Galilea había empezado todo. Allí
los apóstoles conocieron a Jesús y empezaron a caminar con él. Ha señalado el
papa Francisco: «En
este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón
la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús
pasó por mi camino, me miró
con misericordia, me pidió
que lo siguiera; recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se
cruzaron con los míos,
el momento en que me hizo sentir que me amaba».
DAVID AMADO FERNÁNDEZ
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