La grandeza de la humanidad viene determinada esencialmente por su
relación con el sufrimiento y el que sufre... La palabra latina «con-solatío», consolación, lo expresa de manera muy
bella, sugiriendo un «ser-con» en la soledad, que entonces ya no es
soledad. La capacidad de aceptar el sufrimiento por amor al bien, a la verdad y
a la justicia es constitutiva de la grandeza de la humanidad porque, en
definitiva, si mi bienestar personal y mi integridad son más importantes que la
verdad y la justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces
reina la violencia y la mentira...
Sufrir
con el otro, por los otros; sufrir por amor a la verdad y a la justicia; sufrir
a causa del amor para llegar a ser una persona que ama de veras son elementos
fundamentales de humanidad; su abandono destruiría al mismo hombre. Pero una
vez más surge la pregunta: ¿somos capaces de ello?... En la historia de la
humanidad, la fe cristiana tiene, precisamente, el mérito de haber suscitado en
el hombre, de manera nueva y mas profunda, la capacidad de sufrir de esta forma que es decisiva
para su humanidad. La fe cristiana nos ha enseñado que la verdad, la justicia y
el amor no son simplemente ideales, sino realidades de una enorme densidad. En
efecto, nos ha enseñado que Dios -la Verdad y el Amor en persona- ha querido
sufrir por nosotros y con nosotros.
Benedicto XVI
Papa emérito de la Iglesia católica tras
casi 8 años de pontificado (1927-).
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