Es particularmente conmovedor meditar en
la actitud de Jesús hacia la mujer: se mostró audaz y sorprendente para
aquellos tiempos, cuando, en el paganismo, la mujer era considerada objeto de
placer, de mercancía y de trabajo, y, en el judaismo, estaba marginada y
despreciada. Jesús mostró siempre la máxima estima y el máximo respeto por la
mujer, por cada mujer, y en particular fue sensible hacia el sufrimiento femenino.
Traspasando las barreras religiosas y sociales del tiempo, Jesús restableció a
la mujer en su plena dignidad de persona humana ante Dios y ante los hombres.
¿Cómo no recordar que Jesús quiso asociar
a algunas mujeres a los Doce, que le acompañaban y servían y fueron su consuelo
durante la vía dolorosa hasta el pie de la cruz? Después de la resurrección,
Jesús se apareció a las piadosas mujeres y a María Magdalena, encargándole
anunciar a los discípulos su resurrección. Deseando encarnarse y entrar en
nuestra historia humana, Jesús quiso tener una Madre, María Santísima, y elevó
así a la mujer a la cumbre más alta y admirable de la dignidad. ¡Por eso,
vosotras, mujeres cristianas, debéis anunciar, como María Magdalena y las
mujeres del evangelio, que Cristo ha resucitado verdaderamente, que él es
nuestro verdadero y único consuelo! Cuidad, pues, de vuestra vida interior.
San
Juan Pablo II
Primer papa polaco de la historia. Su
pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).
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