EL SOL Y LAS
SOMBRAS.
La luz y las tinieblas
forman parte de nuestra imaginación infantil. El sol y las sombras configuran
nuestra confianza y nuestros temores.
Si miramos hacia el sol
no veremos la sombra que proyectan nuestros cuerĀpos sobre el terreno. Y, al
contrario, sólo cuando damos la espalda al sol desĀcubrimos que, mĆ”s larga o
mƔs corta, nuestra sombra parte de nuestros propios pies.
En ese momento nos damos
cuenta que un lado de nuestro cuerpo es inacĀcesible para el sol. Pero no sólo
eso. Se nos hace evidente que con nuestro cuerpo impedimos que la luz del sol
llegue a un espacio de la tierra y que pueda baƱar algunos objetos y tal vez a
algunos seres vivos. Cada uno de nosoĀtros se interpone con frecuencia entre el
sol y las cosas.
Por otra parte, cuando
falta la luz, a muchos de nosotros nos asalta el miedo. En la oscuridad parece
que los raidos se agrandan y hasta creemos ver fantasmas. Caminamos a tientas,
tropezamos con cualquier cosa y desconocemos los lugaĀres que deberĆan sernos
familiares.
Pues bien, esa
observación se conĀvierte en una especie de parĆ”bola cuando pensamos en nuestra
vida de fe. Sabemos que si volvemos la vista hacia Dios, quedaremos inundados
por su luz. Ante la luz de Dios perderĆ”n imporĀtancia muchos de los problemas
que creĆamos insuperables, hasta el punto que nos quitaban el sueƱo y la paz.
Evidentemente todos tenemos que tener los pies bien plantados en el suelo
y observar atentamente lo que ocurre
en nuestra tierra. Pero si solamente diriĀgimos la mirada hacia lo mĆ”s terrenal
de nuestra vida, perderemos la necesaria perspectiva y nuestras preocupaciones
se agrandarƔn de forma insospechada.
Aún hay mÔs. Cuando caemos en el
orgullo y la altanerĆa, cuando nos ensalĀzamos y crecemos demasiado a nuestros
propios ojos, nos interponemos entre Dios y nuestros hermanos. Proyectamos una
sombra tan espesa sobre ellos que con frecuencia llegamos a ignorar su
presencia y sus lamentos.
Algo parecido ocurre con
el mundo creado. Hemos agrandado hasta tal punĀto nuestras necesidades o
caprichos que hemos creado verdaderos desastres ecoĀlógicos. Hemos dejado en
sombra granĀdes zonas de la naturaleza. Creamos un cierto eclipse que nos lleva
a ignorar a muchos seres vivos y a una parte notable de la tierra.
Volver la vista a Dios nos llevarĆ” a descubrir su grandeza y su
misericordia. Nos obligarĆ” a comprender cuĆ”l es nuesĀtro puesto en el mundo.
Nos ayudarĆ” a respetar la dignidad de nuestros semeĀjantes. Y la belleza de
este mundo creaĀdo, en el cual podemos descubrir las huellas del Creador.
JosƩ- RomƔn FLECHA
ANDRĆS.
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