viernes, 30 de septiembre de 2016

NECESITAMOS UN PASTOR.


Salvar es propio de quien es bueno. La misericordia del Señor se extiende a toda carne; acusa, corrige y enseña, como hace el pastor con su rebaño. Se apia­da de quienes aceptan su coerección, y de los que se esfuerzan por unirse con él. Los sanos no necesitan los cuidados del médico, pero sí necesitan de su arte los enfermos. De la misma manera, nosotros, que en esta vida somos enfermos, aquejados por nuestros vergon­zosos deseos, por nuestras intemperancias, nuestras pasiones, necesitamos del Salvador.

Nosotros, por tanto, enfermos, necesitamos del Sal­vador; extraviados, necesitamos quien nos guíe; cie­gos, necesitamos quien nos ilumine; sedientos, nece­sitamos de la fuente de la vida: esa de la que quienes beben nunca más tendrán sed; muertos, necesitamos de la vida; siendo un rebaño, necesitamos un pastor-siendo niños, necesitamos un pedagogo; y toda la hu­manidad necesita a Jesús. "Curaré lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado, y los apacentaré yo mismo en mi monte santo". Ésta es la promesa propia de un buen pastor. ¡Apacienta a tus criaturas como a un rebaño! ¡Sí, Señor, sacíanos; danos abundante el pasto de tu justicia!

San Clemente de Alejandría

martes, 27 de septiembre de 2016

¿DONDE ESTÁ EL TEMPLO DE DIOS?.


Quiero hablaros acerca del templo, cómo, estando extraviados, los miserables confiaron en el edificio y no en el Dios que los creó. Examinemos si existe un templo de Dios: existe, ciertamente, allí donde él mis­mo dice que lo ha de construir y perfeccionar. Efec­tivamente, está escrito: Y será, cumplida la semana, cuando se edificará el templo de Dios gloriosamente en el nombre del Señor.

Constato, pues, que existe un templo. ¿Cómo se edi­ficará en el nombre del Señor? Sabedlo: antes de creer nosotros en Dios, la morada de nuestro corazón era co­rruptible y flaca, como templo verdaderamente edifica­do por manos humanas, pues estaba llena de idolatría y era casa de demonios, porque no hacíamos sino cuanto era contrario a Dios. Pero se edificará en el nombre del Señor. Cuidad de que el templo del Señor se edifique gloriosamente. ¿De qué manera? Después de recibido el perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Señor, fuimos hechos nuevos, creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en la morada de nuestro corazón.

San Bernabé

viernes, 23 de septiembre de 2016

SILENCIO, HUMILDAD Y ORACIÓN.



Para ser santos necesitamos humildad y oración. Je­sús nos enseñó el modo de orar y también nos dijo que aprendiéramos de él a ser mansos y humildes de corazón. Pero no llegaremos a ser nada de esto a me­nos que conozcamos lo que es el silencio. La humildad y la oración las desarrollan un oído, una mente y una lengua que han vivido en silencio con Dios, porque en el silencio del corazón es donde habla él.
Impongámonos realmente el trabajo de aprender la lección de la santidad de Jesús, cuyo corazón era man­so y humilde. La primera lección de ese corazón es un examen de conciencia; el amor y el servicio lo siguen inmediatamente. El examen no es un trabajo que ha­cemos solos, sino en compañía de Jesús. No debemos perder el tiempo echando inútiles miradas a nuestras miserias, sino emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que su luz nos ilumine.
Si la persona es humilde, nada la perturbará, ni la alabanza ni la ignominia, porque se conoce, sabe quién es. Si la acusan, no se desalentará; si alguien la llama santa, no se pondrá sobre un pedestal. Si eres santo, dale gracias a Dios; si eres pecador, no sigas siéndolo. Cristo nos dice que aspiremos muy alto, no para ser como Abrahán o David ni ninguno de los santos, sino para ser como nuestro Padre celestial. No me elegis­teis vosotros a mí, fui yo quien os eligió a vosotros.

Santa TERESA DE CALCUTA

martes, 20 de septiembre de 2016

"DUC IN ALTUM" Y LA CONFIANZA EN DIOS.


Jesús dice a Pedro: Duc in altum: Remad mar aden­tro. Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las -     Cristo, y echaron las redes. Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de su propia existencia, sino también el de su vocación, y re­coge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzan­do con el don del bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad. Viviendo el evangelio sine glossa, el cristiano se hace cada vez más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
Se esfuerza por perseverar en la unidad con los her­manos dentro de la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios. Particularmente a vosotros, queridos jóvenes, os repito la invitación de Cristo a remar mar adentro, confiad en él, escuchad sus enseñanzas, mi­rad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón; pienso también en las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores en Cana de Galilea: Haced lo que él os diga. Cristo, queridos jóvenes, os pide «remar mar adentro» y la Virgen os anima a no dudar en seguirle.
San Juan Pablo II

viernes, 16 de septiembre de 2016

PRUDENCIA Y SENCILLEZ.


Nuestro Señor Jesucristo pide de nosotros la simpli­cidad de la paloma, que consiste en decir las cosas con sencillez, tal y como se piensan, sin reflexiones inútiles, y actuar lisa y llanamente, sin disfraz, ni artificio, mi­rando sólo a Dios; para esto, cada uno de nosotros se esforzará por hacer todas las cosas con el mismo espí­ritu de sencillez, pensando que a Dios le gusta comu­nicarse con los sencillos y revelarles los secretos que tiene escondidos a los sabios y a los prudentes de este mundo. Pero al mismo tiempo que Jesucristo nos re­comienda la sencillez de la paloma, nos sugiere usar la prudencia de la serpiente, que es una virtud que nos hace hablar y actuar con discreción.

Luego añade: Tened cuidado; los hombres os lleva­rán ante los tribunales por mi causa. Pero cuando os entreguen, no estéis preocupados por lo que diréis. Habla primero de la prudencia y luego de la sencillez; la una es para ir como ovejas en medio de los lobos, donde corren riesgo de ser maltratados. Sed pruden­tes, les dice, estad alerta, y, sin embargo, sed sencillos.


Tened cuidado de los hombres: tened cuidado según la prudencia; pero, si sois llevados delante de los jueces, no temáis por vuestras respuestas. He aquí la sencillez. Ved que nuestro Señor une estas dos virtudes pues quiere que nos sirvamos de ellas en la misma ocasión.
San Vicente de Paúl


martes, 13 de septiembre de 2016

LA CONVERSIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS.


En cierta ocasión en que Francisco asistía devota­mente a una misa que se celebraba en memoria de los apóstoles, se leyó aquel evangelio en que Cristo, al enviar a sus discípulos a predicar, les traza el tipo de vida evangélica que habían de observar, es decir, que no poseyeran oro o plata, ni llevaran dinero ni alforja para el camino, ni usaran dos túnicas ni calzado, ni se proveyeran tampoco de bastón.

Francisco, tan pronto como oyó estas palabras y com­prendió su alcance, enamorado de la pobreza evangé­lica, se esforzó por grabarlas en su memoria y, lleno de indecible alegría, exclamó: «Esto es lo que quiero, esto es lo que de todo corazón ansio». Y al momento se quita el calzado de sus pies, arroja el bastón, dese­cha la alforja y el dinero y, contento con una sola y corta túnica, se desata la correa, y en su lugar se ciñe con una cuerda, poniendo toda su solicitud en llevar a cabo lo que había oído y en ajustarse completamente a la forma de vida apostólica.



Desde entonces, el varón de Dios, fiel a la inspiración divina, comenzó a plasmar en sí la perfección evan­gélica y a invitar a los demás a penitencia. Sus pala­bras no eran vacías ni objeto de risa, sino que, llenas de la fuerza del Espíritu Santo, calaban muy hondo en el corazón, de modo que los oyentes se sentían profundamente impresionados. Al comienzo de todas sus predicaciones saludaba al pueblo, anunciándole la paz con estas palabras: «¡El Señor os dé la paz!» Tal saludo lo aprendió por revelación divina.
San Buenaventura


jueves, 8 de septiembre de 2016

¿POR QUÉ JESÚS ESCOGIÓ A JUDAS?



Jesús llamó a sus discípulos y escogió a doce
para enviarlos, sembradores de la fe, a propagar la ayuda y la salvación de los hombres en el mundo entero. Fijaos en este plan divino: no son ni sabios, ni ricos, ni nobles, sino pecadores y publícanos los que escogió para en­viarlos, de manera que nadie pudiera pensar que ha­bían sido arrastrados con habilidad, rescatados por sus riquezas, atraídos a su gracia por el prestigio del poder  o la notoriedad. Lo hizo así para que la victoria fuera fruto de la legitimidad y no del prestigio de la palabra.
Escogió al mismo Judas no por inadvertencia, sino con conocimiento de causa. ¡Qué grandeza la de esta verdad que ni siquiera un servidor enemigo puede de­bilitar! ¡Qué rasgo de carácter el del Señor que prefiere que a nuestros ojos quede mal su juicio antes que su amor! Cargó con la debilidad humana hasta el punto de que ni siquiera rechazó este aspecto de la debilidad humana. Quiso el abandono, quiso la traición, quiso ser entregado por uno de sus apóstoles para que tú, si un compañero te abandona, si un compañero te traiciona, tomes con calma este error de juicio.
San Ambrosio


martes, 6 de septiembre de 2016

LA PAZ, FRUTO DEL AMOR AL PRÓJIMO.

La paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima. Esto, sin embargo, no basta. Es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar.
La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encamado, Príncipe de la paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz, y, reconstituyendo en un solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género humano, ha dado muerte al odio en su propia carne y, después del triunfo de su resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres. Por lo cual, se llama insistentemente la atención de todos los cristianos para que, viviendo con sinceridad en la caridad, se unan con los hombres realmente pacíficos para implorar y establecer la paz.
CONCILIO VATICANO II.

viernes, 2 de septiembre de 2016

VARÓN - MUJER ----- CRISTO - IGLESIA

Por lo demás, entre cristianos, ni la mujer sin el varón, ni el varón sin la mujer, dice san Pablo. En el evangelio, el hombre y la mujer se encaminan juntos hacia el reino. Cristo llama al hombre y a la mujer sin separarlos. Dios los une y la naturaleza los junta, dándoles, por una conformidad admirable, poder participar en las mismas funciones y obras. Por el lazo del matrimonio, Dios hace de dos seres uno solo y de uno solo hace dos, de manera que uno descubre en el otro un segundo «yo-mismo», sin perder su personalidad ni confundirse con el otro.
¿Por qué en las imágenes que Dios nos da de su reino hace intervenir al hombre y a la mujer? Gran misterio éste, que yo refiero a la unión de Cristo y de la Iglesia.
Estas palabras evocan el misterio más grande de la humanidad: el hombre y la mujer han puesto fin a la condena del mundo, una condena que duraba siglos. Adán, el primer hombre, y Eva, la primera mujer, son conducidos del árbol del conocimiento del bien y del mal al fuego. Los ojos que el árbol de la tentación había cerrado a la verdad, abriéndolos a la ilusión del mal, son abiertos por la luz del evangelio y cerrados al mal. Estas bocas enfermas por el fruto del árbol envenenado son curadas por el sabor delicioso de la salvación, de aquel árbol cuyo sabor de fuego abrasa los corazones.
San PÈDRO CRISÓLOGO.