viernes, 30 de septiembre de 2016

NECESITAMOS UN PASTOR.


Salvar es propio de quien es bueno. La misericordia del Señor se extiende a toda carne; acusa, corrige y enseña, como hace el pastor con su rebaño. Se apia­da de quienes aceptan su coerección, y de los que se esfuerzan por unirse con él. Los sanos no necesitan los cuidados del médico, pero sí necesitan de su arte los enfermos. De la misma manera, nosotros, que en esta vida somos enfermos, aquejados por nuestros vergon­zosos deseos, por nuestras intemperancias, nuestras pasiones, necesitamos del Salvador.

Nosotros, por tanto, enfermos, necesitamos del Sal­vador; extraviados, necesitamos quien nos guíe; cie­gos, necesitamos quien nos ilumine; sedientos, nece­sitamos de la fuente de la vida: esa de la que quienes beben nunca más tendrán sed; muertos, necesitamos de la vida; siendo un rebaño, necesitamos un pastor-siendo niños, necesitamos un pedagogo; y toda la hu­manidad necesita a Jesús. "Curaré lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado, y los apacentaré yo mismo en mi monte santo". Ésta es la promesa propia de un buen pastor. ¡Apacienta a tus criaturas como a un rebaño! ¡Sí, Señor, sacíanos; danos abundante el pasto de tu justicia!

San Clemente de Alejandría

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