miércoles, 28 de marzo de 2018

PEDID, BUSCAD, LLAMAD


Esfuérzate por complacer a Dios, espérale interior­mente sin cansarte, búscale a la medida de tus pensa­mientos, violenta tu voluntad y sus decisiones, fuérzalas para que tiendan continuamente hacia él. Y verás cómo él viene a ti y establece en ti su morada. El está allí, observando tus razonamientos, tus pensamientos, tus reflexiones, examinando cómo le buscas: si es con toda tu alma, o negligentemente. Y cuando vea que lo buscas con ardor, enseguida se te manifestará, se te aparecerá,
te concederá su auxilio, te dará la victoria y te librará de tus enemigos.

En efecto, cuando haya visto cómo le buscas, cómo pones en él continuamente tu esperanza, entonces verás cómo te instruye, te enseña la verdadera oración y te da la caridad verdadera que es él mismo. Entonces él lo será todo para ti: paraíso, árbol de la vida, perla pre­ciosa, corona, arquitecto, agricultor, un ser sometido al sufrimiento pero que no queda afectado por él, hom­bre, Dios, vino, agua viva, cordero, esposo, guerrero, armadura, Cristo todo en todos. Igual que un niño no puede ni alimentarse ni cuidarse solo, sino que no puede hacer otra cosa que mirar, llorando, a su madre hasta que esta, movida por la compasión, lo atiende, así las almas creyentes lo esperan todo de Cristo y le atribu­yen todo lo que es justo.
San Macario de Egipto
Monje egipcio que vivió sesenta años retirado en el desierto de Scitia (t Ca. 390).



viernes, 23 de marzo de 2018

LA DESORIENTACÍON DEL HOMBRE ACTUAL.


Lo que comúnmente nos hemos acostumbrado a ver como madurez en el hombre es, en realidad, una resignada sensatez. Uno se va adaptando al modelo impuesto por los demás, al ir renunciando poco a poco a las ideas y convicciones que le fueron más caras en la juventud. Uno creía en la victoria de la verdad, pero ya no cree.

Uno creía en el hombre, pero ya no cree en él. Uno luchaba por la justicia,

y ha dejado de luchar por ella. Uno confiaba en el poder de la bondad y del espíritu pacífico,

pero ya no confía. Era capaz de entusiasmo, y ya no lo es. Para navegar mejor entre los peligros y las tormentas de la vida,

se ha visto obligado a aligerar su embarcación. Y ha arrojado por la borda una cantidad de bienes que no le parecían indispensables,

pero eran precisamente sus provisiones y sus reservas de agua. Ahora navega sin duda con mayor agilidad y menos peso, pero se muere de hambre y de sed.

 

Albert Schweitzer

martes, 20 de marzo de 2018

EL PADRENUESTRO ES LA BASE DE LA ORACIÓN.


La oración, para que sea fecunda, tiene que brotar del corazón y llegar al corazón de Dios. Mira como Jesús enseñó a sus discípulos a orar. Cada vez que recitamos el Padrenuestro, Dios dirige su mirada hacia sus manos, ahí donde nos tiene grabados: En las palmas de mis manos te tengo tatuado. Dios contempla sus manos y nos ve en ellas, acurrucados en ellas. ¡Qué maravilla, la ternura de Dios! ¡Oremos, digamos el Padrenuestro! ¡Vivamos el Padrenuestro y seremos santos! En esta oración está todo: Dios, yo misma, el prójimo. Si per­dono, puedo ser santa. Todo procede de un corazón humilde. Si tenemos un corazón humilde, sabremos amar a Dios, amarnos a nosotros mismos y amar al prójimo. No es nada complicado y, no obstante, noso­tros complicamos tanto nuestras vidas, cargándolas de tanto peso... Una sola cosa cuenta: ser humilde y orar. Cuanto más oréis, mejor lo haréis.

A un niño no le es nada difícil expresar su cándida inteligencia en términos simples que dicen mucho. ¿No dio Jesús a comprender a Nicodemo que hay que hacerse como un niño? Si oramos según el evange­lio, Cristo crecerá en nosotros. Ora con amor, como los niños, con ardiente deseo de amar mucho y hacer amable al que no es amado.


Santa Teresa de Calcuta Fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad (1910-1997).

 

EL DESIERTO ES FUENTE DE AGUA VIVA.


Yendo al desierto, Jesús entra en la historia de sal­vación de su pueblo, el pueblo elegido. Esta historia empieza después de la salida de Egipto por una migra­ción de cuarenta años por el desierto. En el centro de este tiempo de cuarenta años están los encuentros «cara a cara» con Dios: estos cuarenta días de Moisés en la montaña, en ayuno absoluto, lejos de su pueblo, en la soledad de la nube, en la cima de la montaña. Del núcleo de estos días surge la fuente de la revelación. Volvemos a encontrar el espacio de cuarenta días en la vida de Elias: perseguido por el rey Acab, el profeta camina cuarenta días por el desierto, volviendo así al origen de la alianza, a la voz de Dios, para un nuevo comienzo de la historia de salvación.

Jesús entra en esta historia. Revive las tentaciones de su pueblo, las tentaciones de Moisés. Como Moisés, ofrece su vida por el pueblo: con tal de que el pueblo se salve, está dispuesto a dar su vida. Así, Jesús será el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Será el auténtico Moisés que está en el seno del Padre, cara a cara con él para revelar al Padre. En los desiertos del mundo, él es la fuente de agua viva, palabra de vida, camino, verdad y vida. Desde la cruz nos entrega la alianza nueva. Auténtico Moisés, él entra por la resu­rrección en la tierra prometida que Moisés no alcanzó, y por la cruz, Jesús nos abre las puertas del reino.

JOSEPH RATZINCER

Teólogo alemán del siglo XX, perito en el Concilio Vaticano II.

Papa emérito Benedicto XVI.

viernes, 16 de marzo de 2018

LA VOCACIÓN.


Escuchar a Cristo y adorarlo lleva a hacer elecciones valerosas, a tomar decisiones a veces heroicas. Jesús es exigente porque quiere nuestra auténtica felicidad. Llama a algunos a dejar todo para que le sigan en la vida sacerdotal o consagrada. Quien advierte esta invi­tación no tenga miedo de responderle sí y de seguirle generosamente. Pero más allá de las vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado... Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comu­nicar a los demás la propia experiencia. Son tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes... Por eso, es urgente ser testigos del amor contemplado en Cristo...
La Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás. La Iglesia necesita santos. Todos estamos lla­mados a la santidad, y solo los santos pueden renovar la humanidad.
San Juan Pablo II
Primer papa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).
 


martes, 13 de marzo de 2018

LAS CENIZAS.


Este tiempo fuerte del año litúrgico está marcado por el mensaje bíblico que se puede resumir en una sola palabra: «metanoeite», es decir, «convertios». Este imperativo es evocado en la mente de los fieles por el rito austero de la imposición de las sagradas cenizas, rito que, con las palabras: «Convertios y creed el evan­gelio», y con la expresión: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás», invita a todos a reflexionar sobre el deber de la conversión, recordando la inexorable cadu­cidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte. Esto es lo que constatamos cada día y que, por desgracia, nos hace tocar con la mano frecuente­mente dolorosos episodios.

La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestra mente a la realidad eterna que nunca pasa, a Dios que es principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. Efectivamente, la conversión no es más que retornar a Dios, valorando las realidades terrenas a la luz inde­fectible de su verdad. Es una valoración que nos lleva a una conciencia cada vez más clara del hecho de que estamos de paso en las fatigosas vicisitudes de esta tie­rra, y que nos impulsa y estimula a realizar cualquier esfuerzo para que el reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.


San Juan Pablo II
Primer papa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).
 

viernes, 9 de marzo de 2018

EL PODER DEL ARREPENTIMIENTO.

Mediante los sacramentos, Dios se acerca a nosotros y nos ofrece su perdón y su amor. Concretamente en el de la penitencia se nos da la oportunidad de acercamos con fe a Jesús miseri­cordioso para reconocer nuestros pecados. A veces, estos pueden ser tan escandalosos que nos percibamos como el leproso del evangelio: llenos de heridas que nos afean y nos recuerdan nuestra culpabilidad. Pero hay que sobreponerse a la mirada sobre nosotros mismos y reconocer al Señor que viene a curamos y nos tiende su mano. De forma breve lo resumió el papa Benedicto: «En el sacramento de la peni­tencia, Cristo crucificado y resucitado, mediante sus minis­tros, nos purifica con su misericordia infinita, nos restituye la comunión con el Padre celestial y con los hermanos, y nos da su amor, su alegría y su paz».


David AMADO

martes, 6 de marzo de 2018

EL PODER DE LA FE.


Fijémonos en la lección del leproso. Ante el Dios que des­ciende y Se acerca a nosotros, él se aproxima y se arrodilla. Dios se abaja para mostramos su amor, pero solo nos damos cuenta cuando nos colocamos debajo de ese amor. Su amor siempre es anterior y más grande. Encontramos ese diálogo en el que se pone en juego todo el dinamismo de la fe: Si quieres, puedes limpiarme. El leproso expresa toda su con­fianza en Jesús, pero, al mismo tiempo, deja espacio a su libertad. Pjde, pero no exige. De esa manera nos enseña a ponernos ante la misericordia de Dios.

Jesús responde: Quiero: queda limpio. El querer de Jesús libera su poder. Jesús quiere damos la salvación, pero espera a nuestra fe. La fe abre el cauce para que el poder de Jesús circule libremente y limpie nuestro corazón. Pascasio Radberto señaló que si la fe es pura, «vivida en el amor, sostenida por la perseverancia, paciente en la espera, humilde en su afirma­ción, firme en su confianza, llena de respeto en su oración y de sabiduría en lo que pide, con seguridad escuchará en toda circunstancia estas palabras del Señor: Quiero».





David AMADO FERNÁNDEZ

jueves, 1 de marzo de 2018

JESÚS ES COMPASIVO


Jesús, el Verbo de Dios, estaba en Judea. Después de la noticia del asesinato del profeta Juan Bautista, en una barca -símbolo de su cuerpo- Jesús se fue a una tierra desierta, al descampado. En este lugar desértico, Jesús se encontraba a salvo, es decir: su palabra estaba aislada y su enseñanza iba en contra de las costumbres y las ideas de las naciones. Entonces, las gentes, enterán­dose de que el que es la Palabra de Dios había venido a vivir en su desierto... vinieron detrás de él, saliendo de sus ciudades, es decir, abandonaron las costumbres supersticiosas de su patria y se adhirieron a la ley de Cristo. Jesús había salido a su encuentro porque ellos eran incapaces de ir a él; acercándose a los que esta­ban fuera, los llevó adentro.

Jesús salió al encuentro de esta muchedumbre nume­rosa que estaba fuera. Derramando sobre ella la luz de su presencia, la contempla, y, viendo qué clase de gente le rodeaba, sintió compasión de ellos. Él, como Dios, está por encima del sufrimiento, pero sufre a causa de su amor por los hombres. La emoción le sobrecoge en sus entrañas. No solo está conmovido, sino que los cura de todas sus enfermedades y los libra de todo mal.

Orígenes
Asceta y gran teólogo, lleva a su apogeo la escuela de Alejandría y sufre diversos tormentos en la persecución de Decio (185?-253).