martes, 20 de marzo de 2018

EL PADRENUESTRO ES LA BASE DE LA ORACIÓN.


La oración, para que sea fecunda, tiene que brotar del corazón y llegar al corazón de Dios. Mira como Jesús enseñó a sus discípulos a orar. Cada vez que recitamos el Padrenuestro, Dios dirige su mirada hacia sus manos, ahí donde nos tiene grabados: En las palmas de mis manos te tengo tatuado. Dios contempla sus manos y nos ve en ellas, acurrucados en ellas. ¡Qué maravilla, la ternura de Dios! ¡Oremos, digamos el Padrenuestro! ¡Vivamos el Padrenuestro y seremos santos! En esta oración está todo: Dios, yo misma, el prójimo. Si per­dono, puedo ser santa. Todo procede de un corazón humilde. Si tenemos un corazón humilde, sabremos amar a Dios, amarnos a nosotros mismos y amar al prójimo. No es nada complicado y, no obstante, noso­tros complicamos tanto nuestras vidas, cargándolas de tanto peso... Una sola cosa cuenta: ser humilde y orar. Cuanto más oréis, mejor lo haréis.

A un niño no le es nada difícil expresar su cándida inteligencia en términos simples que dicen mucho. ¿No dio Jesús a comprender a Nicodemo que hay que hacerse como un niño? Si oramos según el evange­lio, Cristo crecerá en nosotros. Ora con amor, como los niños, con ardiente deseo de amar mucho y hacer amable al que no es amado.


Santa Teresa de Calcuta Fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad (1910-1997).

 

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