martes, 29 de agosto de 2017

LA FE DA LA VIDA.

El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que esté vivo y crea en mí jamás morirá. ¿Qué quiere decir? Él vive porque Cristo no es Dios de muertos, sino Dios de vivos.
¡Cree, pues, y cuando mueras vivirás! Pero si no crees, aunque estés vivo, ¡en realidad estás muerto! ¿De dónde viene la muerte del alma? De que la fe ya no está en ella. ¿De dónde viene la muerte del cuerpo? De que en él ya no está el alma. Por tanto, el alma de tu alma es la fe. Aquel que tiene fe, dice el Señor, cuando muera en su cuerpo, tendrá vida en su alma hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya más. Y quien vive en su cuerpo, y cree en mí, debe morir por un tiempo en su cuerpo, pero no morirá para la eternidad, por la vida del Espíritu y por la inmortalidad que le traerá la resurrección.

San Agustín
Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina.
Es doctor de la Iglesia (354-430).

viernes, 25 de agosto de 2017

Te seguiré adondequiera que vayas



«En el atardecer, danos tu luz, Señor». Estamos en el atardecer. Me quiero preparar a poder responder: «Aquí estoy», a la llamada, tal vez inesperada. La vejez -que es otro gran don del Señor- tiene que ser para mí motivo de callada alegría interior y de abandono diario al Señor mismo, al que me dispongo como un niño que se lanza hacia los brazos abiertos de su padre. Mi ya larga y humilde vida se ha ido devanando como una madeja bajo el signo de la simplicidad y de la pureza. Es verdad que la voluntad de Dios es mi paz. Y mi esperanza está puesta totalmente en la misericordia de Jesús.
Pienso que el Señor me tiene reservado, para mi completa mortificación y purificación, para admitirme en su gozo eterno, alguna gran aflicción o pena del cuerpo y del espíritu antes de que me muera. Bien, pues lo acepto de todo corazón, que sirva todo para su mayor gloria y el bien de mi alma y de mis queridos hijos espirituales. Temo la debilidad de mi resistencia y le pido que me ayude, ya que no tengo casi ninguna confianza en mí mismo, pero una total confianza en el Señor Jesús. Hay dos puertas que dan al paraíso: la inocencia y la penitencia. ¿Quién puede pretender, oh hombre frágil, encontrar la primera abierta de par en par? Pero la segunda es acceso seguro. Jesús pasó por ella cargado con su cruz, expiando nuestros pecados. Él nos invita a seguirlo.

San Juan XXIII

martes, 22 de agosto de 2017

¿ARENA O ROCA?.

Una tarde, paseaba por la orilla del mar como dice la Escritura: Soplaba un viento fuerte y el mar se iba encrespando. Las olas se levantaban a lo lejos y se apoderaban de la orilla, chocando contra las rocas, se rom­pían y transformaban en espuma y gotitas. Pequeños guijarros, algas y conchas muy ligeras eran arrastrados




por las aguas hacia la orilla; pero las rocas permanecían firmes e inquebrantables, como si todo estuviera en calma, incluso en medio de las olas que venían a dar contra ellas.

Saqué una lección de este espectáculo. Este mar ¿no es acaso nuestra vida y la condición humana? En ella hay mucha amargura e inestabilidad. Y los vientos ¿acaso no son las tentaciones que nos asaltan y los imprevistos gol­pes de la vida? Creo que es eso lo que meditaba David cuando exclamó: Dios mío, sálvame, que me llega el agua al cuello: he entrado en la hondura del agua y me arrastra la corriente. Entre las personas que pasan pruebas, unas me parecen ser como objetos ligeros y sin vida que se dejan arrastrar sin oponer la mínima resistencia; no hay en ellas ningún rastro de firmeza; no tienen el contrapeso de una razón sana que lucha contra los asaltos que le llegan. Las otras las asemejo a rocas, dignas de esa Roca sobre la cual nos mantene­mos firmes y a la que adoramos; estas, formadas con razonamientos de verdadera sabiduría, se levantan por encima de la debilidad ordinaria y lo soportan todo con una constancia inquebrantable.

San Gregorio Nacianceno

Amigo de san Basilio y monje con él, fue obispo de Constantinopla; se le conoce como el Teólogo (330-390).



jueves, 17 de agosto de 2017

CRISTO, RIQUEZA DE LA IGLESIA.


Por lo que a mí respecta, me atrevo a decir que si la Iglesia no fuera lo que pretende ser, si no viviera esencialmente de su fe en Jesucristo, de aquella fe que el apóstol Pedro proclamó en el camino de Cesarea, no esperaría a que me decepcionara en sus logros humanos para separarme de ella...

Si Jesucristo no constituye su riqueza, la Iglesia es miserable. Si el Espíritu de Jesucristo no florece en ella, la Iglesia es estéril. Su edificio amenaza ruina si no es Jesucristo su arquitecto y si el Espíritu Santo no es el cimiento de las piedras vivas con que está construida Toda su doctrina es mentira si no anuncia la Verdad que es Jesucristo. Toda su gloria es vana si no la funda en la humanidad de Jesucristo. Su mismo nombre nos resulta extraño si no evoca inmediatamente en nosotros el único Nombre que les ha sido dado a los hombres para que alcancen su salud. La Iglesia no significa nada para nosotros si no es el sacramento, el signo eficaz de Jesucristo.

Henrid Lubac

Cardenal jesuíta francés, fue uno de los teólogo-, más Influyentes del siglo XX. Influyó hondamente en la teología del Concilio Vaticano II (1896 1991)

viernes, 11 de agosto de 2017

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS.


Queridos hermanos, nadie puede dispensarse de amar a los enemigos. Alguien me puede decir: "Yo no puedo ayunar, no puedo orar durante la noche". ¿Se puede decir: no puedo amar? Uno puede dech «No puedo dar todos mis bienes a los pobres y servil a Dios en un monasterio», pero no se puede decir: «Yo no puedo amar"

Tú me dirás: «No me puedo privar de los bienes y de los alimentos». Te creo, pero si dices que no puedes perdonar a los que te han hecho daño, no lo creo en absoluto. No tenemos ninguna excusa de no hacerlo porque debemos cumplir esta limosna sacándola no del tesoro de nuestros bienes, sino de nuestro corazón. Amemos, pues, no solamente a los amigos, sino tam­bién a los enemigos. Pero me dirás: «Mi enemigo me ha hecho tanto mal que de ninguna manera le puedo amar». Tú miras lo que te ha hecho este hombre y no miras lo que le has hecho a Dios. ¡Examina atenta­mente tu conciencia!: tú has cometido sin darte cuenta muchas más faltas contra Dios que las que un hombre haya podido cometer contra ti. ¿Con qué osadía espe­ras, pues, que Dios te perdone lo mucho cuando tú no perdonas lo poco?
San Cesáreo de Arles
Presidió varios com llioí y lundó monasterios masculinos
y femeninos (470-543).



martes, 8 de agosto de 2017

PERMANENCIA DE CRISTO EN EL ALMA.


clavas tu mirada llena de amor en la mía,

e inclinas tu oído a mis suaves palabras

y llenas mi corazón con profunda paz.

Pero tu amor no encuentra satisfacción

en este intercambio que todavía permite separación:

tu corazón exige más y más.

vienes a mí cada mañana como alimento,

tu carne y sangre son para mí bebida y comida

y se obra algo maravilloso.

Tu cuerpo cala misteriosamente en el mío,

y tu alma se une a la mía:

ya no soy la que era antes.

vienes y vas, pero permanece la semilla
que has sembrado para la gloria futura,
escondida en un cuerpo de polvo.
Permanece un resplandor del cielo en el alma,
permanece una profunda luz en los ojos,
una pausa en el tono de voz.


Permanece el vínculo, que une corazón con corazón,

la corriente de vida que brota del tuyo

y da vida a cada miembro.

Qué admirables son las maravillas de tu amor,

solo nos asombramos, balbuceamos

y enmudecemos,

porque el espíritu y la palabra no pueden expresarlo.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz [Edith Stein] Carmelita descalza y mártir; es copatrona de Europa (1891 1942).

jueves, 3 de agosto de 2017

EL QUE SEA PEQUEÑITO, QUE VENGA A MI.


Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina; ese camino es el aban­dono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre. El que sea pequeñito, que venga a mí, dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón, y ese mismo Espíritu de amor dijo también que a los pequeños se les compadece y perdona.

Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de lle­gar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud, como dijo en el salmo 49: No aceptaré un becerro de tu casa ni un cabrito de tus rebaños, pues las fieras de la selva son mías y hay miles de bestias en mis montes... Ofrece a Dios sacrificios de alabanza y de acción de gracias. He aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad de nuestras obras, sino solo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la samaritana. Tenía sed... Tenía sed de amor. Sí, me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento; entre los discípulos del mundo solo encuentra ingratos e indiferentes, y entre sus propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito!


Santa Teresa del Niño Jesús Carmelita descalza; es doctora de la Iglesia (1873-1897).