martes, 30 de enero de 2018

LA FE NO ES UNA CONQUISTA.


 Nuestra fe no es una conquista, sino una aceptación. El afán de los héroes trágicos por penetrar en la mansión de los dioses se ha trocado en la sencilla tarea de abrir la puerta a un Niño que nos dice quiere habitar en nuestro corazón. Ese es el misterio de la Navidad. Dios mismo viene a ofrecernos la felicidad que ansiamos, y nos des­cubre que el amor que buscábamos está en él y que nos lo ofrece gratuitamente. ¿Cómo no llenarnos de alegría?
Belén nos enseña el misterio de la acogida que los pas­tores descubrieron en María y en José cuando llegaron al pesebre. Allí confirmaron lo que les había dicho el ángel, porque nunca habían visto unos rostros tan radiantes de amor y de dicha. Estos días nosotros queremos revivir la experiencia de la Navidad: abrir nuestros corazones a Jesús. Son corazones pobres, pero que le ofrecemos con todo nuestro cariño. Expresó santa Teresa: «Vos, Señor, venís a una posada tan ruin como la mía. Bendito seáis por siempre jamás»


David AMADO FERNÁNDEZ

viernes, 26 de enero de 2018

LA DULZURA ES SEÑAL DE LA BONDAD.



Imaginaos la desolación de un pobre pastor cuya oveja se ha extraviado. Abandonando al rebaño, corre por los bosques y colinas, pasa a través de espesuras y matorrales, lamentándose y gritando con todas sus fuer­zas, no pudiendo resignarse a volver sin su oveja. Eso es lo que hizo el Hijo de Dios cuando los hombres, por su desobediencia, se alejaron de la conducta señalada por su Creador; bajó a la tierra y no ahorró cuidados ni fatigas para devolvernos al estado del que habíamos caído. Es lo que sigue haciendo con los que se alejan de él por el pecado; sigue sus huellas, llamándolos sin cesar hasta que vuelven al camino de la salvación.

Si no hubiera actuado así, sabéis bien lo que habría sido de nosotros después del primer pecado mortal; nos sería completamente imposible volver al camino. Es preciso que sea él quien actúe primero, que nos presente su gracia, que nos persiga, que nos invite a tener piedad de nosotros mismos, sin lo cual nunca se nos hubiera ocurrido pedirle misericordia. El ardor con que Dios nos persigue es, sin duda, efecto de una misericordia muy grande. Pero la dulzura con que viene acompañado este celo nos muestra una bondad todavía más admirable. No usa jamás la violencia, sino tan solo la dulzura. No sé de ningún pecador, en toda la histo­ria del evangelio, que haya sido invitado a la peniten­cia por otro medio que el de las caricias y beneficios.
San Claudio de la Colombiére
Jesuíta francés, misionero y autor de obras de espiritualidad. Dirigió espirítualmente a santa Margarita M" de Alacoque y propagó por todas partes la devoción del Corazón de Jesús (1641-1682).




martes, 23 de enero de 2018

JUAN BAUTISTA, EL ULTIMO PROFETA.


Hermanos, la ley y los profetas contenían, hasta llegar Juan, unos signos que tenían por finalidad anunciar el porvenir. Los signos de la nueva ley, los sacramentos de justos y los profetas de los siglos anteriores anhelaban ver el cumplimiento de aquello que el Espíritu Santo les hacía vislumbrar, levantando el velo de lo que había de suceder. El Señor Jesús dice: Muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Por esto se dice de Juan que es más que un profeta y que no hay otro mayor que él entre los nacidos de mujer.


En efecto, los justos de los primeros tiempos tan solo gozaban del favor de anunciar a Cristo; Juan Bautista, en cambio, tuvo la gracia de anunciarlo cuando todavía estaba lejos, y de verlo, por fin, presente. Juan vio sin velo a aquel que los demás anhelaban ver. De hecho, el signo de su bautismo pertenece todavía a la era del anuncio de Cristo, si bien al final de esta espera. Hasta Juan existían las predicciones de la venida del Señor; ahora, después de Juan, la venida de Cristo no se pre­dice, se proclama.

San Agustín

Oriundo de Tagaste (en lo actual Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina.

Es doctor de la Iglesia (354-430).

viernes, 19 de enero de 2018

BUSCAR EL PAN DE VIDA.


Yo soy el pan de vida. El que viene a mi no volverá a tener hambre; el que cree en mi nunca tendrá sed. Por dos veces el apóstol expresa aquí la plenitud, propia de la eternidad, donde nada nos faltará. Sin embargo, la Sabiduría dice: Los que me comen tendrán más ham­bre, los que me beben tendrán más sed. Cristo, la sabi­duría de Dios, no es un alimento para saciar nuestro deseo ya en esta vida, sino para encendernos en este deseo; cuanto más gustamos de su dulzura, tanto más se enciende nuestro deseo. Por esto, los que le comen tendrán más hambre hasta que llegue el momento de la hartura. Cuando su deseo sea colmado, ya no ten­drán ni hambre ni sed.

Los que me comen tendrán más hambre. Esta pala­bra se puede referir también al mundo futuro, porque hay en la plenitud eterna una especie de hambre que no procede de la necesidad, sino de la felicidad. La satisfacción en el cielo no conoce hartura ni el deseo conoce la ansiedad. Cristo, admirable en su belleza, es siempre deseado, los mismos ángeles desean contem­plarle. Así, pues, al mismo tiempo que le poseeremos lo desearemos; teniéndole lo buscaremos, según está escrito: Buscad su rostro sin descanso. En efecto, siem­pre buscamos a Aquel que amamos para estar con él para siempre.


San Balduino de Ford Abad cisteraense (t Ca. 1190).

martes, 16 de enero de 2018

LA LUZ BRILLA SOBRE LA TIERRA.



El día que hizo el Señor penetra todo, contiene todo, abarca a la vez cielo y tierra y abismos. Cristo, la luz ver­dadera, no se detiene ante los muros, ni se quebranta por los elementos, ni se oscurece ante las tinieblas. La luz de Cristo es día sin ocaso, día sin fin; por todas partes resplandece, por todas partes penetra, en todas partes permanece. Cristo es el día, según el apóstol: La noche está muy avanzada y el día se acerca. Comprende aquí que desde que la luz de Cristo aparece, las tinie­blas del diablo se dispersan y la noche del pecado se desvanece; el esplendor eterno echa fuera las sombras pasadas y cesa el progreso maléfico del mal.
La Escritura afirma que la luz de Cristo ilumina el cielo, la tierra y los abismos. Brilla sobre la tierra: Él es la luz verdadera que ilumina a todo hombre. Brilla en los abismos: A los que habitan en tierra de sombras, una luz les brilló. Y en los cielos, permanece la luz de este día, como dice David: Su linaje será eterno; su trono, como el sol en mi presencia.
San Máximo de Turín Obispo de Turín;
 de este notable predicador se conservan numerosos sermones (siglos IV-V).
 




viernes, 12 de enero de 2018

NO HAY QUE VOLVER SOBRE LOS PECADOS.


La esperanza en la misericordia inagotable de Dios nos sostiene en el tumulto de las pasiones y en la tem­pestad de las contrariedades. Con confianza, acudamos al sacramento de la penitencia donde el Señor nos espera en todo momento como un Padre de miseri­cordia. Es cierto que en su presencia somos conscien­tes de no merecer su perdón; pero no dudamos de su misericordia infinita. Olvidemos, pues, nuestros peca­dos como Dios los olvida antes que nosotros.
No hay que volver sobre ellos, ni con el pensamiento ni en la confesión, si ya los hemos confesado anterior­mente. Gracias a nuestro arrepentimiento sincero, el Señor los ha perdonado una vez por todas. Querer volver sobre ellos para quedar de nuevo absueltos o porque dudamos que nos hayan sido perdonados, ¿no sería una falta de confianza en la bondad divina? Si esto te puede dar algún alivio, puedes volver con tu pensa­miento sobre las ofensas contra la justicia de Dios, o su sabiduría, o su misericordia, pero únicamente para llo­rar lágrimas saludables de arrepentimiento y de amor.

San Pío de Pietrelcina
Capuchino italiano. Se le atribuyen hechos sobrenaturales: estigmas, curaciones, bilocaciones y lectura de conciencias de los fíeles que se confesaban con él (1887-1968).

martes, 9 de enero de 2018

ANHELO TU VENIDA.

Contemplamos tres venidas del Señor, la primera en la carne, la segunda en el alma, la tercera a la hora del juicio. La primera tuvo lugar en medio de la noche, según las palabras del evangelio: A medianoche se oyó un grito: Ya ¡legó el Esposo. Esta primera llegada ya ha pasado, porque Cristo se ha hecho visible en la tierra y ha conversado con los hombres. Ahora estamos en la segunda venida, a condición de que estemos preparados para que pueda venir a nosotros, pues, si le amamos, vendrá a nosotros y habitará en nosotros. Esta segunda venida está mezclada con incertidumbre, porque ¿quién sino el Espíritu de Dios conoce a los que son de Dios?
En cuanto a la tercera venida, es cierto que tendrá lugar e incierto cuándo tendrá lugar, ya que no hay cosa más cierta que la muerte ni cosa más incierta que el día de la muerte. Cuando los hombres hablen de paz y seguridad, entonces, caerá sobre ellos la ruina de improviso. La primera venida se dio en la humil­dad y ocultamiento, la segunda es misteriosa y llena de amor, la tercera será manifiesta y terrible. En su pri­mera venida, Cristo fue juzgado por los hombres injus­tos; en la segunda nos hará justicia por la gracia; en la última juzgará todo con justicia y rectitud: Cordero en la primera venida, León en la tercera, Amigo lleno de ternura en la segunda venida.

Pedro de Blois Archidiácono en Inglaterra (Ca. 1130-1211).


 


viernes, 5 de enero de 2018

CUIDEMOS LA TIERRA.


La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos  ha sido dada por Dios como ámbito de vida. No habla del Creador y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al final de los tiempos. También ella, por tanto, es una «vocación». La naturaleza está a nuestra disposición no como un «montón de dese­chos esparcidos al azar», sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para «guardarla y cultivarla».

Es lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza para custodiarla, hacerla productiva y cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar dig­namente a la población que la habita. En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dig­namente [...]. Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola.

Benedicto XVI

Papa emérito de la Iglesia católica tras casi 8 años de pontificado

1927-).

 

miércoles, 3 de enero de 2018

ACOJAMOS A JESÚS.

Celina, ya ves todo lo que Jesús nos ha enseñado al hacernos subir al árbol simbólico del que te hablaba hace poco. Y ahora ¿qué ciencia va a enseñarnos? ¿No nos lo ha enseñado ya todo? Escuchemos lo que el Señor nos dice: «Bajad enseguida, porque hoy tengo que alojarme en vuestra casa». ¿Pero cómo? Jesús nos dice que bajemos. Déjame que te diga hasta donde debemos seguir ahora a Jesús. Una vez, los judíos le pre­guntaron a nuestro divino Salvador: Maestro, ¿dónde vives?, y él les respondió: Las zorras tienen madrigue­ras y los pájaros del cielo nidos, yo no tengo donde reclinar la cabeza. He ahí hasta donde tenemos que bajar nosotras para poder servir de morada a Jesús: hacernos tan pobres, que no tengamos donde repo­sar la cabeza.

Lo que Jesús desea es que lo recibamos en nues­tros corazones. Estos, qué duda cabe, están ya vacíos de criaturas, pero yo siento que lamentablemente el mío no está totalmente vacío de mí misma, y por eso Jesús me manda bajar. Él, el Rey de reyes, se humilló de tal suerte, que su rostro estaba escondido y nadie lo reconocía. Pues yo también quiero esconder mi ros­tro, quiero que solo mi amado pueda verlo, que solo él pueda contar mis lágrimas, que al menos en mi cora­zón sí que pueda reposar su cabeza querida y sentir que allí sí es conocido y comprendido.


Santa Teresa del Niño Jesús
 Carmelita descalza; es doctora de la Iglesia (1873-1897)