martes, 16 de octubre de 2018

LA IGLESIA VIVE DE LA EUCARISTÍA.



La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Esta experimenta con alegría cómo se realiza continua­mente, en múltiples formas, la promesa del Señor: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo; en la sagrada Eucaristía, por la transfor­mación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza.

Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana». La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida, que da la vida a los hom­bres por medio del Espíritu Santo. Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, pre­sente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor.

San Juan Pablo II

Primer popa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).

viernes, 12 de octubre de 2018

DIOS DA FUERZA CUANDO SE NECESITA.

Sus discípulos se le acercan, le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Oh bien­aventurados, oh verdaderos discípulos de Dios, tenéis con vosotros al Señor, vuestro salvador, y ¿teméis hun­diros? ¿Qué responden a esto los discípulos amados?

Somos como los niños pequeños, aún débiles. No somos todavía hombres valientes... Todavía no hemos visto la cruz, la pasión del Señor, su resurrección, su ascensión a los cielos, la venida del Espíritu Paráclito no nos ha hecho todavía fuertes... El Señor tiene razón cuando nos dice: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? ¿Por qué no tenéis fuerza? ¿Por qué esta falta de confianza? ¿Por qué sois tan temerosos cuando tenéis junto a vosotros a aquel que es la Confianza? Aunque la muerte se os acercara, ¿no deberíais acogería con gran constancia? Yo os daré la fuerza necesaria en todo lo que os pase: en todo peligro, en toda prueba e incluso cuando el alma salga de su cuerpo. Si en los peligros necesitáis mi fuerza para soportar cualquier contratiempo como hombres de fe, ¡cuanto más esta os es necesaria para no sucumbir cuando se presenten las tentaciones de la vida!

Orígenes

Asceta y gran teólogo, lleva a su apogeo la escuela de Alejandría y sufre diversos tormentos en la persecución de Decio (18S?-253).

 

martes, 9 de octubre de 2018

EL CAMINO QUE LLEVA A LA VIDA.


Tomemos como ejemplo nuestro cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo. Procuremos, pues, conservar la inte­gridad de este cuerpo que formamos en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la gracia que le ha sido asignada por donación de Dios. El fuerte sea protector del débil, el débil res­pete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesi­dad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El que guarda castidad, que no se enorgullezca, puesto que sabe que es otro quien le otorga el don de la continencia.
Pensemos, pues, hermanos, de qué polvo fuimos for­mados, qué éramos al entrar en este mundo, de qué sepulcro y de qué tinieblas nos sacó el Creador que nos plasmó y nos trajo a este mundo, obra suya, en el que ya antes de que naciéramos, nos había dispuesto sus dones. Puesto que todos estos beneficios los tenemos de su mano, en todo debemos darle gracias.
San Clemente Romano
Posiblemente fue colaborador de san Pablo; fue el tercer sucesor de san Pedro y autor de la carta a los Corintios (96?). Murió mártir.


 

jueves, 4 de octubre de 2018

LA ALEGRÍA VIENE DE LA PALABRA.


Juan explicará cuál es la razón de su alegría cuando sus discípulos le interroguen sobre su relación con Cristo: El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. Incluso su muerte, decretada en un ambiente de frivolidad festiva, no deja de hacemos pensar dónde se encuentra la verdadera alegría que tantas veces nos escamotea la búsqueda insacia­ble de diversión. No pocas veces confundimos la alegría con la satisfacción que sentimos por nosotros mismos. Señaló san Agustín hablando de Juan:

«Él no obtiene la alegría de sí mismo. El que quiera encontrar la causa de su alegría en sí mismo estará siempre triste; pero el que quiere encontrar su alegría en Dios estará siempre ale­gre, porque Dios es eterno. ¿Quieres tener una alegría eterna? Esto es lo que hizo Juan».

La alegría del Bautista hace referencia siempre a Jesucristo y, precisamente por ello, él también puede comunicarla a los demás. Su alegría proviene de la Palabra, de la que él es solo la voz. Como nos ha recordado el papa Francisco, la causa de nuestra alegría está en conocer a Jesucristo y dejarse amar por él:
«Solo gracias a ese encuentro -o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero».
A través de Juan, aprendemos a entrar en la amistad con Cristo. Como todas las preferencias que Dios manifiesta en la historia, se ordena al bien de todos. Juan recibe un don singular al que responde con total entrega y generosidad. Amigo de Cristo, quiere que los demás puedan conocer esa amistad. Precursor del Señor, es tal su entrega e identifica­ción con la misión del Salvador que llegan a confundirlo con él. Sin embargo, nunca dejó espacio a la ambigüedad y por eso siempre señaló al Señor hasta el punto de reconocer que Jesús debía crecer y él disminuir.

David AMADO FERNÁNDEZ




martes, 2 de octubre de 2018

POCO TRAEREMOS, MÁS RECIBIREMOS.


Es el momento de la oración. Tú haces tus peticio­nes; la petición ¿no es ya una confesión de tu pobreza? En efecto, dices: Danos hoy nuestro pan de cada día. Si tú, pues, pides tu pan cotidiano ¿eres rico o pobre?
Y, sin embargo, Cristo no teme decirte: «Dame lo que te he dado. Pues, de hecho, ¿qué es lo que has traído al venir al mundo? Todo lo que has encontrado en la creación, lo he creado yo. Tú no has traído nada, y nada te llevarás. ¿Por qué no me das lo que es mío? nadas en la abundancia y el pobre en la necesidad, pero remontaos al comienzo de vuestra existencia: los dos habéis nacido completamente desnudos. Incluso tú has nacido desnudo. Seguidamente has encontrado aquí abajo grandes bienes; pero ¿acaso has traído alguna cosa contigo? Te pido, pues, eso que te he dado; da y te devolveré. Me has tenido por bienhechor; hazme tu deudor a una tasa muy alta. Me das poco, te devolveré mucho. Me das los bienes de este mundo, te daré los tesoros del cielo. Me das unas riquezas temporales, te daré las posesiones eternas. Te las entregaré cuando haya tomado posesión de ti».




San Agustín

Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina.

Es doctor de la Iglesia (354-430).

 



sábado, 29 de septiembre de 2018

EL "PADRE NUESTRO" DEBE SER EN COMUNIÓN CON LOS FIELES.


Ante todo, Jesús, el Doctor de la paz y el Maestro de la unidad, no ha querido que la oración sea individual y privada, de suerte que rezando cada uno no rece solo por sí mismo: «Padre mío que estás en los cielos»; ni «dame mi pan». Cada uno no pide que la deuda le sea perdonada a él solo, y no es por él solo por quien pide no caer en la tentación y ser librado del mal. Para nosotros la oración es pública y comunitaria; y cuando oramos, no rogamos por uno solo, sino por todo el pue­blo; pues nosotros, todo el pueblo, somos uno.
El Dios de la paz y el Señor de la concordia que ha enseñado la unidad ha querido que uno solo rece por todos, como en él mismo uno solo ha cargado con todos los hombres. Los tres jóvenes hebreos encerrados en el horno ardiente observaron esta ley de la oración. Los apóstoles y los discípulos, después de la ascensión del Señor, rezaban de esta manera: Con un mismo cora­zón todos perseveraban en la oración, con las muje­res, con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos. Con un mismo corazón perseveraban en la oración; por su fervor y amor mutuo, testimoniaban que Dios, que hizo habitar a los hombres iguales en una misma casa, no admite en su morada eterna sino a aquellos en los que la oración se traduce como la unión de las almas.
San Cipriano
Natural de Cartago y convertido del paganismo, llegó a ser obispo de su ciudad; escribió en tiempos de persecución de la Iglesia y sufrió el martirio (210-258).



martes, 25 de septiembre de 2018

LE DEBEMOS TODO Y NO NOS PIDE NADA.


Anuncia la bondad de Dios. Siendo tú indigno de ello, él te acompaña, se lo debes todo a él, y no te reclama nada. A cambio de las pequeñas cosas que tú haces, te lo recompensa dándote grandes cosas. No llames, pues, a Dios simplemente justo. Si David le nombra justo y recto, su Hijo nos revela que es mucho más que bueno y suave: Es bueno con los malvados y desagradecidos.
¿Cómo puedes tú quedarte con la simple justicia de Dios al leer el capítulo sobre el salario de los trabaja­dores? Amigo, no te hago ninguna injusticia. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Vas a tener tú envi­dia porque yo soy bueno? ¿Cómo se puede decir sim­plemente que Dios es justo leyendo el capítulo del hijo pródigo que malgastó en una vida disoluta la riqueza de su padre, y por la sola compunción que le mostró, su padre corrió hacia él, se le echó al cuello y le dio pleno poder sobre todas sus riquezas? No es cualquiera quien nos dice esto sobre Dios, de modo que pudié­ramos dudar: es su propio Hijo; es él mismo quien ha dado de Dios este testimonio. ¿Dónde se encuentra, pues, la justicia de Dios? ¿No es en aquello de cuando éramos pecadores Cristo murió por nosotros? Si Dios ya aquí abajo se muestra compasivo, creemos que lo será por toda la eternidad.
San Isaac el Sirio
Monje y obispo, asceta, místico, escritor y teólogo (640-700).