Tomemos como ejemplo nuestro cuerpo. La
cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los
miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad
del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el
cuerpo. Procuremos, pues, conservar la integridad de este cuerpo que formamos
en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la
gracia que le ha sido asignada por donación de Dios. El fuerte sea protector
del débil, el débil respete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé
gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesidad. El sabio
manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no
dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El
que guarda castidad, que no se enorgullezca, puesto que sabe que es otro quien
le otorga el don de la continencia.
Pensemos, pues, hermanos, de qué polvo
fuimos formados, qué éramos al entrar en este mundo, de qué sepulcro y de qué
tinieblas nos sacó el Creador que nos plasmó y nos trajo a este mundo, obra
suya, en el que ya antes de que naciéramos, nos había dispuesto sus dones.
Puesto que todos estos beneficios los tenemos de su mano, en todo debemos darle
gracias.
San Clemente Romano
Posiblemente fue colaborador de san
Pablo; fue el tercer sucesor de san Pedro y autor de la carta a los Corintios
(96?). Murió mártir.
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