miércoles, 29 de noviembre de 2017

ACEPTAR.


Dios me envía la cruz... bendita sea, pues si, como dice Job, recibimos alegremente de la mano de Dios los bienes, ¿porqué no recibirlos males?

Todo nos viene de él, salud y enfermedad, bienes temporales, desgracias y reveses en la vida... todo, absolutamente todo, lo tiene ordenado con perfección, y si alguna vez la criatura se rebela contra lo que Dios le manda, comete un pecado, pues todo es necesario y todo está bien hecho; y son necesarias las risas y las lágrimas, y de todo podemos sacar provecho para nuestra perfección, siempre que, con espíritu de fe, veamos la obra de Dios en todo, y quedemos como niños en las manos del Padre, pues nosotros solos, ¿dónde vamos a ir?
Claro que no trato de arrancarme esos sentimientos, solamente lo que Dios quiere de mí es perfeccionar­los, y para eso me lleva de aquí a allí como un juguete y dejando pedazos de corazón en todas partes. ¡Qué grande es Dios y qué bien lo hace todo! ¡Cuánto me quiere y qué mal correspondo! Su providencia es infi­nita y a ella nos debemos entregar sin reservas.
San Rafael Arnaiz Barón
Joven monje trapense, uno de los grandes místicos del siglo XX. Sus numerosos escritos se han difundido ampliamente.
Fue canonizado en el año 2009 (1911-1938).


viernes, 24 de noviembre de 2017

EL AMOR Y EL ODIO.


Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único. Este Hijo único se entregó a sí mismo no porque haya prevalecido la voluntad de sus enemigos, sino porque él mismo quiso. Amó a los suyos, y los amó hasta el fin. El fin es la muerte aceptada por los que ama; este es el fin de toda perfección, el fin del amor perfecto, porque nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Este amor de Cristo ha sido, en su muerte, más pode­roso que el odio de sus enemigos; el odio tan solo pudo hacer lo que el amor le permitió. Judas, o los enemigos de Cristo, lo entregaron a la muerte por un malvado odio. El Padre entregó a su Hijo y el Hijo se entregó a sí mismo por amor. Sin embargo, el amor no es el culpable de la traición; es inocente incluso cuando Cristo muere por amor. Porque tan solo el amor puede hacer impunemente lo que le parece bien. Tan solo el amor puede constreñir a Dios y, por decirlo de alguna manera, mandar sobre él. Es el amor lo que le ha hecho descender del cielo y ponerlo en la cruz, es el amor el que ha hecho derramar la sangre de Cristo por la remisión de los pecados en un acto tan inocente como saludable. Nuestra acción de gracias por la salvación del mundo se debe, pues, al amor. Y es él mismo el que nos impele, por una lógica que constriñe, a amar a Cristo tanto como se le haya podido odiar.


San Balduino de Ford Abad
 cisterríense (t Ca. 1190).

martes, 21 de noviembre de 2017

SAN LUCAS, "SERVIDOR DE LA PALABRA".



Todas las palabras sagradas de Cristo, aunque revesti­das de forma temporal y ordenadas a un fin inmediato, conservan toda su fuerza en cada época. Permaneciendo en la Iglesia, están destinadas a seguir siendo válidas en el cielo y se prolongan hasta la eternidad. Son nues­tra regla santa, justa y buena, la lámpara para nues­tros pasos, y la luz en nuestros senderos, tan plena e íntimamente válidas para nuestro tiempo como cuando fueron pronunciadas.
Esto hubiera sido igualmente verdad si, con una senci­lla atención humana, alguien hubiera recogido las miga­jas de la mesa de Cristo. Pero nosotros tenemos una seguridad mucho mayor porque recibimos la palabra no de los hombres, sino de Dios. El Espíritu Santo, que glorificó a Cristo y dio a los evangelistas la inspiración de escribir, no trazó para nosotros un evangelio estéril. Alabado sea por haber escogido y salvaguardado para nosotros las palabras que debían ser particularmente útiles para el porvenir; palabras que servirían de ley a la Iglesia para la fe, la moral y la disciplina. No nos dio una ley escrita sobre tablas de piedra, sino una ley de fe y de amor, de espíritu y no de letra, una ley para los corazones generosos que aceptan vivir de toda pala­bra, por humilde y modesta que sea, que sale de la boca de Dios.


Beato John Henry Newman

Nace en Londres; convertido del anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa (1801-1890).

 





viernes, 17 de noviembre de 2017

MARTA Y MARÍA.




Una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía Marta una hermana llamada María.
Si nuestro corazón es el lugar donde reside Dios, es justo que estas dos mujeres también estén allí: una, sentada a los pies de Jesús para escucharlo; la otra, ocupada en darle de comer. Mientras Cristo esté en la tierra, pobre, ham­briento, sediento, tentado, será necesario que estas dos mujeres habiten en la misma casa, que en un mismo corazón residan estas dos actividades.

Así, pues, durante esta vida de miseria y trabajos es necesario que Marta habite en vuestra casa. Mientras tengamos necesidad de comer y de beber, tendremos también necesidad de dominar nuestras pasiones, nues­tro cuerpo, por los desvelos del ayuno y del trabajo. Esta es la parte de Marta. Pero también hace falte que esté presente en nosotros María, la actividad espiritual, ya que no nos debemos entregar sin cesar a los ejercicios corporales, también nos hace falta descansar, gustar cuan bueno y cuan suave es el Señor, sentarnos a los pies de Jesús y escuchar su Palabra.


San Elredo de Rieval
 Abad cisterciense de Rievauix, Inglaterra (1109-1166).

 




martes, 14 de noviembre de 2017

EL ÁNGEL CUSTODIO TE TRAE LA MISERICORDIA DE DIOS.


Vosotros veréis subir y bajar a los ángeles sobre el Hijo del Hombre. Estos dichosos espíritus suben por la ley de la contemplación de Dios, y descienden para cuidar de nosotros y para guardarnos en todos nues­tros caminos. Suben hacia Dios para alegrarse en su presencia; y descienden hacia nosotros para obedecer sus órdenes, pues les ha pedido cuidar de nosotros. Sin embargo, descendiendo a nosotros, no son privados en un punto de la gloria que les da la felicidad, pues ellos ven siempre el rostro del Padre.

Cuando suben a la contemplación de Dios, buscan la Verdad en quien están sin interrupción por el deseo, y lo que desean siempre es la posesión. Cuando descien­den, ejercen hacia nosotros la misericordia, guardándo­nos en todos nuestros caminos. Estos dichosos espíritus son los ministros de Dios que nos han sido enviados para ayudarnos, y en esta misión no es a Dios a quien rinden servicio, sino a nosotros. Ellos imitan así la humil­dad del Hijo de Dios, que no vino a ser servido, sino a servir, y que vivió en medio de sus discípulos como si él fuera su servidor. La utilidad que los ángeles sacan siguiendo su camino es su propia felicidad y la perfec­ción de la obediencia en la caridad; y lo que nosotros recogeremos es la recepción de la gracia de Dios y la ventaja de ser guardados por ellos en nuestros caminos.

San Bernardo

Nace en Dijon, Francia; fue monje cisterciense y gran autor espiritual. Es doctor de la Iglesia (1090-1153).

 

viernes, 10 de noviembre de 2017

EL PADRE ESTA SIEMPRE DISPUESTO AL PERDÓN.


Las puertas están abiertas para cualquiera que regrese sinceramente a Dios, con todo su corazón, y el Padre recibe con gozo al hijo que se arrepiente de verdad. ¿Cuál es el signo del verdadero arrepentimiento? No volver a caer en las viejas faltas y arrancar del cora­zón, desde sus raíces, los pecados que nos han puesto en peligro de muerte. El Señor exclamó: Misericordia quiero y no sacrificios. No quiero la muerte del peca­dor sino que se convierta. Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve blanquearán; aun­que sean rojos como la escarlata, como lana blanca quedarán.
Solo Dios puede perdonar los pecados y no impu­tar las faltas, y el Señor Jesús nos exhorta a perdonar cada día a los hermanos que se arrepienten. Si noso­tros que somos malos sabemos dar cosas buenas a los demás, ¿cuánto más lo hará el Padre lleno de ternura? El Padre de toda consolación atiende a los que se con­vierten. La conversión verdadera supone dejar de pecar y no volver a mirar atrás. Lamentemos, pues, amarga­mente nuestras faltas pasadas y pidamos al Padre que las olvide. En su misericordia puede deshacer todo lo que se había hecho y, por el rocío del Espíritu, borrar las fechorías pasadas.
San Clemente de Alejandría
Quizá ateniense, converso, director de la escuela catecumenal de Alejandría (I50T-2I5?).


 

martes, 7 de noviembre de 2017

DIOS TIENE REMEDIOS PARA TODOS.


El apóstol Pablo dice: Lo que algunos tienen es igno­rancia de Dios. Yo digo que permanecen en esta igno­rancia todos aquellos que no quieren convertirse a Dios. Ellos rechazan esta conversión por la única razón de que imaginan a un Dios solemne y severo cuando es todo suavidad; ellos lo imaginan duro e implacable cuando es todo misericordia; creen que es violento y terrible cuando es adorable. Así el impío se engaña a sí mismo y se fabrica un ídolo en vez de conocer a Dios tal cual es.
¿Qué teme esta gente de poca fe? ¿Que Dios no querrá perdonar sus pecados? Pero si él mismo, con sus propias manos, los clavó en la cruz. ¿Qué pueden temer todavía? ¿Ser ellos mismos débiles y vulnera­bles? Pero si él conoce muy bien la arcilla con que nos ha hecho. ¿De qué tienen miedo? ¿De estar demasiado acostumbrados al mal para abandonar las costumbres de la carne? Pero el Señor liberta a los cautivos. ¿Temen que Dios, irritado por la inmensidad de sus faltas, dude en tenderles una mano que los socorra? Pero si allí donde abundó el pecado la gracia sobreabundó. ¿Quizá la preocupación por el vestido, el alimento y otras nece­sidades de su vida les impide separarse de sus bienes? Dios sabe que tenemos necesidad de todo esto. ¿Qué más quieren? ¿Cuál es el obstáculo para su salvación?.
Ignoran a Dios,  no creen en nuestra palabra. Por eso es necesario que se fíen de la experiencia de los demás.
SAN BENARDO
1090-1153

viernes, 3 de noviembre de 2017

ADAM -> JESÚS.


Cristo venció al diablo valiéndose de aquello mismo con que el diablo había vencido antes, y lo derrotó con las mismas armas que él había utilizado antes. Una vir­gen, un madero y la muerte fueron el signo de nuestra derrota. Eva era virgen, porque aún no había conocido varón; el madero era un árbol; la muerte, el castigo de Adán. Mas he aquí que, de nuevo, una Virgen, un madero y la muerte, antes signo de derrota, se con­vierten ahora en signo de victoria. En lugar de Eva está María; en lugar del árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol de la cruz; en lugar de la muerte de Adán, la muerte de Cristo.

En un árbol el diablo hizo caer a Adán; en un árbol derrotó Cristo al diablo. Aquel árbol hacía descenderá la región de los muertos; este, en cambio, hace volver de este lugar a los que a él habían descendido. Otro árbol ocultó la desnudez del hombre después de su caída; este, en cambio, mostró a todos, elevado en lo alto, al vencedor, también desnudo. La cruz es el trofeo eri­gido contra los demonios, la espada contra el pecado, la espada con la que Cristo atravesó a la serpiente; la cruz es la voluntad del Padre, la gloria de su Hijo único, el júbilo del Espíritu Santo, el ornato de los ángeles, la seguridad de la Iglesia, el motivo de gloriarse de Pablo, la protección de los santos, la luz de todo el orbe.

San Juan  CRISÓSTOMO
349-410