martes, 21 de noviembre de 2017

SAN LUCAS, "SERVIDOR DE LA PALABRA".



Todas las palabras sagradas de Cristo, aunque revesti­das de forma temporal y ordenadas a un fin inmediato, conservan toda su fuerza en cada época. Permaneciendo en la Iglesia, están destinadas a seguir siendo válidas en el cielo y se prolongan hasta la eternidad. Son nues­tra regla santa, justa y buena, la lámpara para nues­tros pasos, y la luz en nuestros senderos, tan plena e íntimamente válidas para nuestro tiempo como cuando fueron pronunciadas.
Esto hubiera sido igualmente verdad si, con una senci­lla atención humana, alguien hubiera recogido las miga­jas de la mesa de Cristo. Pero nosotros tenemos una seguridad mucho mayor porque recibimos la palabra no de los hombres, sino de Dios. El Espíritu Santo, que glorificó a Cristo y dio a los evangelistas la inspiración de escribir, no trazó para nosotros un evangelio estéril. Alabado sea por haber escogido y salvaguardado para nosotros las palabras que debían ser particularmente útiles para el porvenir; palabras que servirían de ley a la Iglesia para la fe, la moral y la disciplina. No nos dio una ley escrita sobre tablas de piedra, sino una ley de fe y de amor, de espíritu y no de letra, una ley para los corazones generosos que aceptan vivir de toda pala­bra, por humilde y modesta que sea, que sale de la boca de Dios.


Beato John Henry Newman

Nace en Londres; convertido del anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa (1801-1890).

 





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