jueves, 30 de agosto de 2018

¿CONOCEMOS AL PADRE?




El Señor nos enseña que la persona no puede lle­gar a conocer a Dios a no ser que el mismo Dios se lo manifieste; dicho de otra manera: no podemos conocer a Dios sin su ayuda. Pero el Padre quiere ser conocido: le conocerán aquellos a quienes el Hijo se lo revele. La palabra «revelar» no se refiere solo al futuro, sino que se refiere a la totalidad del tiempo. Desde el principio, el Hijo, presente en la creación que él mismo ha mode­lado, revela al Padre a todos los que el Padre quiere, cuando quiere y como quiere. En todas las cosas y a través de todas las cosas, no existe más que un solo Dios Padre, un solo Verbo, un solo Espíritu y una sola salvación para todos los que creen en él.
En efecto, nadie puede conocer al Padre sin el Verbo de Dios, es decir, si el Hijo no se lo revela, ni conocer al Hijo sin el beneplácito del Padre... Jesús dijo a sus apóstoles: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, cono­ceréis también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.
SanIreneo de L yon
Discípulo de san Policarpo, obispo de Esmima. Como obispo de Lyon (Francia), se erigió en defensor de la ortodoxia frente a los gnósticos. Murió mártir (t 200


martes, 28 de agosto de 2018

ES MAS DIFICIL SER INGENIERO QUE SANTO.


Cuántos tortuosos caminos hay que recorrer para llegar a lo simple. Muchas veces si no practicamos la virtud es debido a nuestro complicado modo de ser, que rechaza lo que es sencillo. Muchas veces no llega­mos a comprender la grandiosidad que se encierra en un acto de sencillez, porque buscamos lo grande en lo complicado, buscamos la grandiosidad de las cosas en la dificultad de las mismas. La virtud, Dios, la vida interior, ¡qué difícil me parecía vivir eso! Ahora no es que yo tenga virtud, ni que mi conocimiento de Dios y vida de espíritu estén completamente claros, pero he visto que a eso se llega sin complicaciones.
He visto que a Dios se le llega a conocer por la sim­plicidad del corazón y por la sencillez. Para tener virtud no hace falta estudiar una carrera, ni dedicarse a pro­fundos estudios... Basta el acto simple de querer; basta, a veces, la sencilla voluntad. ¿Por qué, pues, a veces no tenemos virtud? Porque no somos sencillos, porque nos complicamos nuestros deseos, porque todo lo que que­remos nos lo hace difícil nuestra poca voluntad, que se deja llevar de lo que agrada, de lo cómodo y, muchas veces de las pasiones. Si quisiéramos  seríamos santos... y es mucho mas difícil ser ingeniero que ser santo.
San Rafael ARNAIZ BARÓN

sábado, 25 de agosto de 2018

LA PACIENCIA.


Saludable es el precepto de nuestro Señor y Maestro: El que persevere hasta el fin se salvará. Es necesario perseverar y soportar. Así, seguros de la esperanza de la verdad y de la libertad, podremos llegar a esta verdad y a esta libertad, porque si somos cristianos es por obra de la fe y de la esperanza. Pero para que la esperanza y la fe puedan dar sus frutos, es necesaria la paciencia.
Que nadie se mantenga en la impaciencia, ni se deje abatir en el camino del reino, distraído y vencido por las tentaciones. No jurar, no maldecir, no reclamar lo que nos han quitado a la fuerza, poner la otra mejilla, per­donar a los hermanos su yerros, amar a los enemigos y orar por los que nos persiguen: ¿cómo llegar a hacer todo esto si no se está firme en la paciencia y la tole­rancia? Es lo que vemos que hizo Esteban... No pide la venganza, sino el perdón para sus asesinos: ¡Señor, no les tengas en cuenta su pecado! Así el primer mártir de Cristo no fue solamente el predicador de la pasión del Señor, sino que le imitó en su extrema paciencia.
Cuando en nuestro corazón habita la paciencia, no hay cabida en él para la cólera, la discordia y la rivalidad. La paciencia de Cristo quita todo esto para construir en su corazón una morada pacífica en la que el Dios de la paz se complace en habitar.
San Cipriano
Natural de Cartago y convertido del paganismo, llegó a ser obispo de su ciudad; escribió en tiempos de persecución de lo Iglesia y sufrió el martirio (210-258).

martes, 21 de agosto de 2018

JESÚS, HEREDERO DE LA PALABRA DEL PADRE.


La principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evan­gélica. Pero ya no hay para qué preguntarle de aque­lla manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar. Y este es el sentido de aquella autoridad con que dice san Pablo a los hebreos: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo.


Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no solo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: «Si te tengo ya habladas todas las
cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos solo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas».

San Juan de la Cruz

Nace en Fontiveros, Avila. A instancias de santa Teresa, fue el primer religioso del Carmelo reformado. Doctor de la Iglesia por sus escritos místicos (1542?-1591).


viernes, 17 de agosto de 2018

CRISTO S EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.



Acerquémonos a nuestro Redentor. Unámonos a la asamblea de los santos, a la reunión de los justos. El Señor será la luz de todos y esta luz verdadera que alumbra a todo hombre brillará para todos. Iremos a donde nuestro Señor Jesucristo ha preparado una morada para sus siervos para que donde él está este­mos también nosotros. Esta es su voluntad, su deseo: Volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde voy a estar yo.

Nos ha mostrado el lugar y el camino cuando dice: Vosotros ya sabéis el camino para ir adonde yo voy. El lugar es estar junto al Padre; el camino es Cristo, como él mismo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Entremos en este camino, unámonos a la verdad, sigamos la vida. El camino es el que nos conduce, la verdad la que nos asegura, la vida es que se nos da él mismo. Y para que comprendamos bien lo que él quiere, añade más ade­lante: Padre, yo deseo que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo. Te seguimos, Señor Jesús. Pero para que te sigamos ^lámanos, por­que sin ti nadie llega hasta ti! Tú eres nuestro auxilio, nuestra fe, nuestra recompensa. ¡Acoge a los que te pertenecen, tú que eres el camino; fortifícalos, tú que eres la verdad; vivifícalos, tú que eres la vida!

San Ambrosio
Nació en Tréveris (Alemania). De familia y educación romana, fue obispo de Milán, elocuente predicador y gran catequeta: convirtió y bautizó a san Agustín. Es doctor de la Iglesia (340-397).

 


martes, 14 de agosto de 2018

SAN MARCOS, TRANSMISOR DE LA FE.


La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre todopoderoso, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por los profetas anunció los planes de Dios, el advenimiento de Cristo, su nacimiento de la Virgen, su pasión, su resurrección de entre los muertos, su ascensión cor­poral a los cielos, su venida de los cielos, en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas y resucitar todo el linaje humano.

La Iglesia, pues, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos. Las iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los íberos o de los celtas. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad.
San Ireneo de l yon
Discípulo de san Policarpo, obispo de Esmirna. Como obispo de Lyon (Francia), se erigió en defensor de la ortodoxia frente a los gnósticos. Murió mártir (t 202).








viernes, 10 de agosto de 2018

LA FE ABRE LAS PUERTAS DEL REDIL.


En verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Jesús acaba de abrir la puerta que antes estaba cerrada. El mismo es esta puerta. Reconozcámosle, entremos, y alegrémonos de haber entrado. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; aquí hay que leer: «Los que no han venido de mi parte». Los pro­fetas llegaron antes de su venida; ¿eran acaso ladrones y bandidos? De ninguna manera, pues ellos estaban con Cristo. El mismo los había enviado como mensajeros, guardando en sus manos el corazón de sus enviados. Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice Jesús. Si él es la verdad, esos que estaban en la verdad estaban con él. Por el contrario, los que no vinieron de parte de él son unos ladrones y unos bandidos, porque no vinieron más que para saquear y hacer morir.


Pero los justos creyeron que él iba a venir, tal como nosotros creemos que ya ha venido. Los tiempos han cambiado, la fe es la misma. Una misma fe es la que une a los que creyeron que él iba a venir con los que creen que él ya ha venido. Nosotros vemos que, a pesar de ser en épocas diferentes, todos entran por la única puerta de la fe, es decir, por Cristo.


San Agustín

Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona.

Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina. Es doctor de la Iglesia (354-430).

 


martes, 7 de agosto de 2018

IMPORTANCIA DE LA LITURGIA PARA LA FE Y LA EUCARISTÍA.


La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. Por su parte, la liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados «con los sacramentos pascuales», sean concordes en la piedad; ruega a Dios que «con­serven en su vida lo que recibieron en la fe», y la reno­vación de la alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo.
Por tanto, de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santifica­ción de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.

Concilio Vaticano II
Concilio ecuménico XXI de la Iglesia católica (1963-1965).

jueves, 2 de agosto de 2018

COMULGANDO, NOS HACEMOS PARTICIPES DE CRISTO.


Cuando Cristo dice de sí mismo, refiriéndose al pan: Este es mi cuerpo, ¿quién dudará? Te es dado su cuerpo bajo la forma de pan y su sangre bajo la forma de vino para que, participando en el cuerpo y en la san­gre de Cristo, formes con él un solo cuerpo y una sola sangre. Así nos convertimos en «portadores de Cristo», cristóforos. Su cuerpo y su sangre se diluyen en nuestros miembros. Así nos hacemos partícipes de su naturaleza divina. En otro tiempo, conversando con los judíos, Cristo les decía: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Si el pan y el vino son puramente tales a tus ojos, no te quedes en esto. Si tus sentidos te extravían, deja que la fe te asegure.

Cuando te acercas, pues, para recibir el Cuerpo de Cristo, no te acerques distraído, extendiendo las pal­mas de las manos con los dedos separados, sino, como se va a posar el Rey sobre tu mano derecha, hazle un trono con tu mano izquierda y en el hueco de tu mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde: ¡Amén!



San Cirilo de Jerusalén

Obispo de Jerusalén, autor de catequesis y predicaciones, sufrió varios destierros. Es doctor de la Iglesia (315-386).