jueves, 2 de agosto de 2018

COMULGANDO, NOS HACEMOS PARTICIPES DE CRISTO.


Cuando Cristo dice de sí mismo, refiriéndose al pan: Este es mi cuerpo, ¿quién dudará? Te es dado su cuerpo bajo la forma de pan y su sangre bajo la forma de vino para que, participando en el cuerpo y en la san­gre de Cristo, formes con él un solo cuerpo y una sola sangre. Así nos convertimos en «portadores de Cristo», cristóforos. Su cuerpo y su sangre se diluyen en nuestros miembros. Así nos hacemos partícipes de su naturaleza divina. En otro tiempo, conversando con los judíos, Cristo les decía: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Si el pan y el vino son puramente tales a tus ojos, no te quedes en esto. Si tus sentidos te extravían, deja que la fe te asegure.

Cuando te acercas, pues, para recibir el Cuerpo de Cristo, no te acerques distraído, extendiendo las pal­mas de las manos con los dedos separados, sino, como se va a posar el Rey sobre tu mano derecha, hazle un trono con tu mano izquierda y en el hueco de tu mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde: ¡Amén!



San Cirilo de Jerusalén

Obispo de Jerusalén, autor de catequesis y predicaciones, sufrió varios destierros. Es doctor de la Iglesia (315-386).

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