lunes, 30 de julio de 2018

CRISTO TIENE UN SABOR DISTINTO PARA CADA UNO.


Dios envió a su Hijo a este mundo, el pan de los ánge­les, por el amor extremo con que nos amó. Porque Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único. Este es el verdadero maná que el Señor hizo llover del cielo como alimento de los hombres, este el que Dios en su bondad ha preparado para sus pobres. Porque Cristo, que descendió por todos los hombres, atrae a todos hacia sí por su bondad inefable. No rechaza a nadie y admite a todos los hombres a la conversión. Para todos los que lo reciben es dulzura deliciosa. Únicamente él puede colmar todos los anhelos del hombre y se adapta de manera diferente a unos y a otros, según sus ten­dencias, sus deseos y apetitos.



Cada uno encuentra en él un sabor distinto. Porque no tiene el mismo sabor para el que se convierte y comienza el camino como para el que avanza en él o está ya llegando a la meta. No tiene el mismo sabor en la vida activa que en la vida contemplativa, ni para el que usa de este mundo como el que vive apartado de él, para el célibe y el hombre casado, para el que ayuna y distingue los días como para el que considera todos iguales. Este maná cura las enfermedades, alivia los dolores, anima en los esfuerzos y fortalece la espe­ranza. Aquellos que lo han saboreado siempre ten­drán hambre. Los que tienen hambre serán saciados.

San Balduino de Ford
Abad cisterciense (t Ca. 1190).


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