martes, 16 de octubre de 2018

LA IGLESIA VIVE DE LA EUCARISTÍA.



La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Esta experimenta con alegría cómo se realiza continua­mente, en múltiples formas, la promesa del Señor: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo; en la sagrada Eucaristía, por la transfor­mación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza.

Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana». La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida, que da la vida a los hom­bres por medio del Espíritu Santo. Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, pre­sente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor.

San Juan Pablo II

Primer popa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).

viernes, 12 de octubre de 2018

DIOS DA FUERZA CUANDO SE NECESITA.

Sus discípulos se le acercan, le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Oh bien­aventurados, oh verdaderos discípulos de Dios, tenéis con vosotros al Señor, vuestro salvador, y ¿teméis hun­diros? ¿Qué responden a esto los discípulos amados?

Somos como los niños pequeños, aún débiles. No somos todavía hombres valientes... Todavía no hemos visto la cruz, la pasión del Señor, su resurrección, su ascensión a los cielos, la venida del Espíritu Paráclito no nos ha hecho todavía fuertes... El Señor tiene razón cuando nos dice: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? ¿Por qué no tenéis fuerza? ¿Por qué esta falta de confianza? ¿Por qué sois tan temerosos cuando tenéis junto a vosotros a aquel que es la Confianza? Aunque la muerte se os acercara, ¿no deberíais acogería con gran constancia? Yo os daré la fuerza necesaria en todo lo que os pase: en todo peligro, en toda prueba e incluso cuando el alma salga de su cuerpo. Si en los peligros necesitáis mi fuerza para soportar cualquier contratiempo como hombres de fe, ¡cuanto más esta os es necesaria para no sucumbir cuando se presenten las tentaciones de la vida!

Orígenes

Asceta y gran teólogo, lleva a su apogeo la escuela de Alejandría y sufre diversos tormentos en la persecución de Decio (18S?-253).

 

martes, 9 de octubre de 2018

EL CAMINO QUE LLEVA A LA VIDA.


Tomemos como ejemplo nuestro cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo. Procuremos, pues, conservar la inte­gridad de este cuerpo que formamos en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la gracia que le ha sido asignada por donación de Dios. El fuerte sea protector del débil, el débil res­pete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesi­dad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El que guarda castidad, que no se enorgullezca, puesto que sabe que es otro quien le otorga el don de la continencia.
Pensemos, pues, hermanos, de qué polvo fuimos for­mados, qué éramos al entrar en este mundo, de qué sepulcro y de qué tinieblas nos sacó el Creador que nos plasmó y nos trajo a este mundo, obra suya, en el que ya antes de que naciéramos, nos había dispuesto sus dones. Puesto que todos estos beneficios los tenemos de su mano, en todo debemos darle gracias.
San Clemente Romano
Posiblemente fue colaborador de san Pablo; fue el tercer sucesor de san Pedro y autor de la carta a los Corintios (96?). Murió mártir.


 

jueves, 4 de octubre de 2018

LA ALEGRÍA VIENE DE LA PALABRA.


Juan explicará cuál es la razón de su alegría cuando sus discípulos le interroguen sobre su relación con Cristo: El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. Incluso su muerte, decretada en un ambiente de frivolidad festiva, no deja de hacemos pensar dónde se encuentra la verdadera alegría que tantas veces nos escamotea la búsqueda insacia­ble de diversión. No pocas veces confundimos la alegría con la satisfacción que sentimos por nosotros mismos. Señaló san Agustín hablando de Juan:

«Él no obtiene la alegría de sí mismo. El que quiera encontrar la causa de su alegría en sí mismo estará siempre triste; pero el que quiere encontrar su alegría en Dios estará siempre ale­gre, porque Dios es eterno. ¿Quieres tener una alegría eterna? Esto es lo que hizo Juan».

La alegría del Bautista hace referencia siempre a Jesucristo y, precisamente por ello, él también puede comunicarla a los demás. Su alegría proviene de la Palabra, de la que él es solo la voz. Como nos ha recordado el papa Francisco, la causa de nuestra alegría está en conocer a Jesucristo y dejarse amar por él:
«Solo gracias a ese encuentro -o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero».
A través de Juan, aprendemos a entrar en la amistad con Cristo. Como todas las preferencias que Dios manifiesta en la historia, se ordena al bien de todos. Juan recibe un don singular al que responde con total entrega y generosidad. Amigo de Cristo, quiere que los demás puedan conocer esa amistad. Precursor del Señor, es tal su entrega e identifica­ción con la misión del Salvador que llegan a confundirlo con él. Sin embargo, nunca dejó espacio a la ambigüedad y por eso siempre señaló al Señor hasta el punto de reconocer que Jesús debía crecer y él disminuir.

David AMADO FERNÁNDEZ




martes, 2 de octubre de 2018

POCO TRAEREMOS, MÁS RECIBIREMOS.


Es el momento de la oración. Tú haces tus peticio­nes; la petición ¿no es ya una confesión de tu pobreza? En efecto, dices: Danos hoy nuestro pan de cada día. Si tú, pues, pides tu pan cotidiano ¿eres rico o pobre?
Y, sin embargo, Cristo no teme decirte: «Dame lo que te he dado. Pues, de hecho, ¿qué es lo que has traído al venir al mundo? Todo lo que has encontrado en la creación, lo he creado yo. Tú no has traído nada, y nada te llevarás. ¿Por qué no me das lo que es mío? nadas en la abundancia y el pobre en la necesidad, pero remontaos al comienzo de vuestra existencia: los dos habéis nacido completamente desnudos. Incluso tú has nacido desnudo. Seguidamente has encontrado aquí abajo grandes bienes; pero ¿acaso has traído alguna cosa contigo? Te pido, pues, eso que te he dado; da y te devolveré. Me has tenido por bienhechor; hazme tu deudor a una tasa muy alta. Me das poco, te devolveré mucho. Me das los bienes de este mundo, te daré los tesoros del cielo. Me das unas riquezas temporales, te daré las posesiones eternas. Te las entregaré cuando haya tomado posesión de ti».




San Agustín

Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina.

Es doctor de la Iglesia (354-430).

 



sábado, 29 de septiembre de 2018

EL "PADRE NUESTRO" DEBE SER EN COMUNIÓN CON LOS FIELES.


Ante todo, Jesús, el Doctor de la paz y el Maestro de la unidad, no ha querido que la oración sea individual y privada, de suerte que rezando cada uno no rece solo por sí mismo: «Padre mío que estás en los cielos»; ni «dame mi pan». Cada uno no pide que la deuda le sea perdonada a él solo, y no es por él solo por quien pide no caer en la tentación y ser librado del mal. Para nosotros la oración es pública y comunitaria; y cuando oramos, no rogamos por uno solo, sino por todo el pue­blo; pues nosotros, todo el pueblo, somos uno.
El Dios de la paz y el Señor de la concordia que ha enseñado la unidad ha querido que uno solo rece por todos, como en él mismo uno solo ha cargado con todos los hombres. Los tres jóvenes hebreos encerrados en el horno ardiente observaron esta ley de la oración. Los apóstoles y los discípulos, después de la ascensión del Señor, rezaban de esta manera: Con un mismo cora­zón todos perseveraban en la oración, con las muje­res, con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos. Con un mismo corazón perseveraban en la oración; por su fervor y amor mutuo, testimoniaban que Dios, que hizo habitar a los hombres iguales en una misma casa, no admite en su morada eterna sino a aquellos en los que la oración se traduce como la unión de las almas.
San Cipriano
Natural de Cartago y convertido del paganismo, llegó a ser obispo de su ciudad; escribió en tiempos de persecución de la Iglesia y sufrió el martirio (210-258).



martes, 25 de septiembre de 2018

LE DEBEMOS TODO Y NO NOS PIDE NADA.


Anuncia la bondad de Dios. Siendo tú indigno de ello, él te acompaña, se lo debes todo a él, y no te reclama nada. A cambio de las pequeñas cosas que tú haces, te lo recompensa dándote grandes cosas. No llames, pues, a Dios simplemente justo. Si David le nombra justo y recto, su Hijo nos revela que es mucho más que bueno y suave: Es bueno con los malvados y desagradecidos.
¿Cómo puedes tú quedarte con la simple justicia de Dios al leer el capítulo sobre el salario de los trabaja­dores? Amigo, no te hago ninguna injusticia. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Vas a tener tú envi­dia porque yo soy bueno? ¿Cómo se puede decir sim­plemente que Dios es justo leyendo el capítulo del hijo pródigo que malgastó en una vida disoluta la riqueza de su padre, y por la sola compunción que le mostró, su padre corrió hacia él, se le echó al cuello y le dio pleno poder sobre todas sus riquezas? No es cualquiera quien nos dice esto sobre Dios, de modo que pudié­ramos dudar: es su propio Hijo; es él mismo quien ha dado de Dios este testimonio. ¿Dónde se encuentra, pues, la justicia de Dios? ¿No es en aquello de cuando éramos pecadores Cristo murió por nosotros? Si Dios ya aquí abajo se muestra compasivo, creemos que lo será por toda la eternidad.
San Isaac el Sirio
Monje y obispo, asceta, místico, escritor y teólogo (640-700).

viernes, 21 de septiembre de 2018

"SEÑOR" EXPRESA EL MISTERIO DIVINO.


Muy a menudo, en los evangelios, algunas personas se dirigen a Jesús llamándole «Señor». Este título hace patente el respeto y la confianza de los que se acerca­ban a Jesús y esperaban de él ayuda y curación. Bajo la moción del Espíritu Santo, este título expresa el recono­cimiento del misterio divino de Jesús. En el encuentro con Jesús resucitado, es adoración: ¡Señor mío y Dios mío! Es entonces cuando adquiere una connotación de amor y de afecto que será característica de la tradición cristiana: ¡Es el Señor!

Atribuyendo a Jesús el título divino de Señor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia afirman, desde el origen, que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre corresponden también a Jesús, ya que él es de condición divina y el Padre ha manifestado esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y elevándolo a su gloria. Desde el comienzo de la histo­ria cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia significa también el recono­cimiento de que el hombre no debe someter su liber­tad personal, de manera absoluta, a ningún poder de la tierra, sino solamente a Dios Padre y a Jesucristo, el Señor. También la oración cristiana está marcada por el título «Señor», ya sea en la invitación a la plegaria «el Señor esté con vosotros», ya sea en la conclusión «por Jesucristo nuestro Señor» y aún en el grito lleno de confianza y esperanza: ¡Amén. Ven, Señor Jesús!

Catecismo de la Iglesia Católica
Exposición de la fe y de la doctrina de la Iglesia católica promulgada por Juan Pablo II en el año 1992 y cuya versión latina oficial se publicó el día 15 de agosto de 1997.

martes, 18 de septiembre de 2018

JUSÚS RECIBIÓ TODO PODER EN EL CIELO Y LA TIERRA.



El Señor, una vez que hubo completado en sí mismo con su muerte y resurrección los misterios de nuestra salvación y de la renovación de todas las cosas, recibió todo poder en el cielo y en la tierra, antes de subir al cielo, fundó su Iglesia como sacramento de salvación, y envió a los apóstoles a todo el mundo, como él había sido enviado por el Padre, ordenándoles: Id, pues, ense­ñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado.
Por ello incumbe a la Iglesia el deber de propagar la fe y la salvación de Cristo, tanto en virtud del man­dato expreso, que de los apóstoles heredó el orden de los obispos con la cooperación de los presbíteros, jun­tamente con el sucesor de Pedro, Sumo Pastor de la Iglesia, como en virtud de la vida que Cristo infundió en sus miembros... La misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo.
Concilio Vaticano II Concilio ecuménico XXI de la Iglesia católica (1963-1965).
 



UN SOLO SEÑOR, TRES PERSONAS, UNA NATURALEZA.


El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma sustancia y de una inseparable igualdad. La unidad reside en la esencia; la pluralidad, en las Personas. El Señor indica abiertamente la unidad de la divina esencia y la trinidad de las Personas cuando dice: Bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No dice «en los nombres» sino «en el nombre», por donde nos enseña la unidad en la esencia. Pero, a ren­glón seguido emplea tres nombres, para enseñarnos que hay tres Personas. En esta Trinidad se encuentra el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza, el muy bienaventurado gozo.

El origen supremo, como afirma san Agustín, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien proceden el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la verdad del Padre, que no le es desemejante en ningún punto, que veneramos jun­tamente con el Padre y en el Padre, que es el modelo de todas las cosas porque todo ha sido creado por él y que todo se le restituye. El gozo muy bienaventu­rado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo; y este don, debemos creer y sostener que es exactamente igual al Padre y al Hijo.

San Antonio de Padua

Teólogo franciscano portugués y gran predicador.

Es doctor de la Iglesia (Ca. U9S-I23I).

viernes, 14 de septiembre de 2018

MARÍA NOS ENSEÑA A AMAR A JESÚS.


Esforcémonos en amar al Señor con el corazón de la Inmaculada, en recibirlo con su corazón, en alabarle con las actitudes de ella. Es a través de su corazón y de sus actitudes que alabamos al Señor Jesús. Si verdade­ramente es ella quien ama y glorifica a Jesús a través de nosotros, es que somos sus instrumentos.

Ella sola nos va a enseñar a amar al Señor Jesús mucho mejor, sin comparación, que todos los libros y todos los maestros. Ella nos enseña a amarle tal como ella le ama. Y todo nuestro esfuerzo debe tender a que sea ella sola, con nuestro corazón, la que ame al

Señor Jesús. Solo el alma poseída por el amor de Dios saca de ella todo lo que le estorba. Todo se concentra en el amor de Dios. Y ahora ¡quién ama más a Jesús pobre y crucificado, en el pesebre, que la Madre santí­sima! Nadie en el mundo, ni entre los ángeles, ama ni ha amado tan ardientemente al Señor Jesús como la Madre de Dios. La Inmaculada es el perfeccionamiento total del amor divino en nuestras almas y el medio para acercarnos al corazón de Jesús.

San Maximiliano M" Kolbe

Franciscano polaco, apóstol del Corazón Inmaculado de María, fundó la Ciudad de la Inmaculada (Niepokalanów). Murió mártir de la caridad en el campo de concentración de Auschwitz (1894-1941).

martes, 11 de septiembre de 2018

AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.


El primer y gran mandamiento es este: Amarás al Señor tu Dios. Pero nuestra naturaleza es frágil; en noso­tros el primer grado del amor es amarnos a nosotros mismos antes que a otra cosa, por nosotros mismos. Para impedir que nos deslicemos demasiado fácilmente por esta pendiente, Dios nos ha dado el precepto de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Ahora bien, constatamos que esto no nos es posible sin Dios, sin reconocer que todo nos viene de él, y que sin él no podemos absolutamente nada. En este segundo grado, pues, el hombre se vuelve hacia Dios, pero no le ama más que para sí mismo y no por él.

Sin embargo, sería necesario tener un corazón de mármol o de bronce para no conmovernos con los auxi­lios que Dios nos da cuando, en las pruebas, nos vol­vemos hacia él. Pronto comenzamos a amarle a causa de la dulzura que encontramos en él, más que a causa de nuestro propio interés. Cuando nos encontramos en esta situación, no es difícil amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos si amamos a los demás en la medida en que somos amados, como Jesucristo nos ha amado. He aquí el amor del que dice con el salmista: Cantad las alabanzas del Señor, porque es bueno. Alabar al Señor no solo porque es bueno con nosotros, sino sim­plemente porque él es bueno, amar a Dios por Dios y no por nosotros mismos, es el tercer grado del amor.

San Bernardo





jueves, 6 de septiembre de 2018

CRISTO ESTÁ VIVO.


Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más. En efecto, si vino a la tierra, hasta entonces hecha prisión eterna, es para quebrar las puertas de bronce y romperlos cerrojos de hierro, para sacar nuestra vida de la corrupción atrayéndola a él, y darnos libertad allí donde había esclavitud. Si este plan de salvación no está todavía plenamente realizado, porque los hom­bres siguen muriendo y sus cuerpos son disgregados por la muerte, esto no debe ser motivo de increencia. Nosotros hemos recibido ya los primeros frutos de la promesa que se nos ha dado en la persona de aquel que es el primer nacido: Nos ha resucitado con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él.
Alcanzaremos la plena realización de esta promesa cuando venga el tiempo fijado por el Padre, cuando nos despojemos de la infancia y lleguemos al estado del hombre perfecto. Porque el Padre ha querido que permanezca firme el don que nos ha hecho; el apóstol Pablo lo declaró, porque sabía bien que esta verdad lle­garía a todo el género humano por Cristo, quien trans­formará nuestros pobres cuerpos según la imagen de su cuerpo glorioso. Eso que Cristo ha realizado llevando al Padre su propia humanidad, prototipo de nuestra naturaleza, lo hará con toda la humanidad según su promesa: Cuando sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.
San Anastasio de Antioquía
Monje palestino, obispo de Antioquía, amigo de san Gregorio Magno, murió mártir bajo el emperador Focas (t 598).


 

lunes, 3 de septiembre de 2018

LLEGAR A SER UNA VID QUE DÁ FRUTO.




Los pies de la vid se ligan, se escalonan, se doblan los sarmientos de arriba abajo, se les ata a algo firme para sostenerlos. Por ahí se puede comprender la dulce y santa vida y la pasión de nuestro Señor Jesucristo que, en todo, debe ser el sostén del hombre de bien. El hombre debe ser curvado, lo que en él hay más alto debe ser abajado, y debe abismarse en una verdadera y humilde sumisión, desde lo profundo de su alma. Todas nuestras facultades, interiores y exteriores, tanto las de la sensibilidad y de la avidez como nuestras facultades racionales, deben ser ligadas, cada una en su lugar, en una verdadera sumisión a la voluntad de Dios.


Seguidamente se remueve la tierra alrededor de los pies de la vid y se escardan las malas hierbas. También el hombre debe ser escardado, estar profundamente atento a lo que hubiera todavía que arrancar en el fondo de su ser, para que el divino Sol pueda acercársele más inmediatamente y brillar en él. Si dejas que la fuerza de lo alto haga su obra, el sol aspirará la humedad escon­dida en la tierra, en la fuerza vital del tronco y los raci­mos crecerán magníficos. Después el sol, por su calor, actúa sobre los racimos y hace que se desarrollen las flores. Y estas flores tienen un perfume noble y bené­fico. Entonces, el fruto llega a ser indeciblemente dulce. Que esta realidad nos sea dada a todos.


Beato Juan Taulero Dominico en Estrasburgo (Ca. 1300-1361).

jueves, 30 de agosto de 2018

¿CONOCEMOS AL PADRE?




El Señor nos enseña que la persona no puede lle­gar a conocer a Dios a no ser que el mismo Dios se lo manifieste; dicho de otra manera: no podemos conocer a Dios sin su ayuda. Pero el Padre quiere ser conocido: le conocerán aquellos a quienes el Hijo se lo revele. La palabra «revelar» no se refiere solo al futuro, sino que se refiere a la totalidad del tiempo. Desde el principio, el Hijo, presente en la creación que él mismo ha mode­lado, revela al Padre a todos los que el Padre quiere, cuando quiere y como quiere. En todas las cosas y a través de todas las cosas, no existe más que un solo Dios Padre, un solo Verbo, un solo Espíritu y una sola salvación para todos los que creen en él.
En efecto, nadie puede conocer al Padre sin el Verbo de Dios, es decir, si el Hijo no se lo revela, ni conocer al Hijo sin el beneplácito del Padre... Jesús dijo a sus apóstoles: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, cono­ceréis también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.
SanIreneo de L yon
Discípulo de san Policarpo, obispo de Esmima. Como obispo de Lyon (Francia), se erigió en defensor de la ortodoxia frente a los gnósticos. Murió mártir (t 200


martes, 28 de agosto de 2018

ES MAS DIFICIL SER INGENIERO QUE SANTO.


Cuántos tortuosos caminos hay que recorrer para llegar a lo simple. Muchas veces si no practicamos la virtud es debido a nuestro complicado modo de ser, que rechaza lo que es sencillo. Muchas veces no llega­mos a comprender la grandiosidad que se encierra en un acto de sencillez, porque buscamos lo grande en lo complicado, buscamos la grandiosidad de las cosas en la dificultad de las mismas. La virtud, Dios, la vida interior, ¡qué difícil me parecía vivir eso! Ahora no es que yo tenga virtud, ni que mi conocimiento de Dios y vida de espíritu estén completamente claros, pero he visto que a eso se llega sin complicaciones.
He visto que a Dios se le llega a conocer por la sim­plicidad del corazón y por la sencillez. Para tener virtud no hace falta estudiar una carrera, ni dedicarse a pro­fundos estudios... Basta el acto simple de querer; basta, a veces, la sencilla voluntad. ¿Por qué, pues, a veces no tenemos virtud? Porque no somos sencillos, porque nos complicamos nuestros deseos, porque todo lo que que­remos nos lo hace difícil nuestra poca voluntad, que se deja llevar de lo que agrada, de lo cómodo y, muchas veces de las pasiones. Si quisiéramos  seríamos santos... y es mucho mas difícil ser ingeniero que ser santo.
San Rafael ARNAIZ BARÓN

sábado, 25 de agosto de 2018

LA PACIENCIA.


Saludable es el precepto de nuestro Señor y Maestro: El que persevere hasta el fin se salvará. Es necesario perseverar y soportar. Así, seguros de la esperanza de la verdad y de la libertad, podremos llegar a esta verdad y a esta libertad, porque si somos cristianos es por obra de la fe y de la esperanza. Pero para que la esperanza y la fe puedan dar sus frutos, es necesaria la paciencia.
Que nadie se mantenga en la impaciencia, ni se deje abatir en el camino del reino, distraído y vencido por las tentaciones. No jurar, no maldecir, no reclamar lo que nos han quitado a la fuerza, poner la otra mejilla, per­donar a los hermanos su yerros, amar a los enemigos y orar por los que nos persiguen: ¿cómo llegar a hacer todo esto si no se está firme en la paciencia y la tole­rancia? Es lo que vemos que hizo Esteban... No pide la venganza, sino el perdón para sus asesinos: ¡Señor, no les tengas en cuenta su pecado! Así el primer mártir de Cristo no fue solamente el predicador de la pasión del Señor, sino que le imitó en su extrema paciencia.
Cuando en nuestro corazón habita la paciencia, no hay cabida en él para la cólera, la discordia y la rivalidad. La paciencia de Cristo quita todo esto para construir en su corazón una morada pacífica en la que el Dios de la paz se complace en habitar.
San Cipriano
Natural de Cartago y convertido del paganismo, llegó a ser obispo de su ciudad; escribió en tiempos de persecución de lo Iglesia y sufrió el martirio (210-258).

martes, 21 de agosto de 2018

JESÚS, HEREDERO DE LA PALABRA DEL PADRE.


La principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evan­gélica. Pero ya no hay para qué preguntarle de aque­lla manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar. Y este es el sentido de aquella autoridad con que dice san Pablo a los hebreos: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo.


Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no solo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: «Si te tengo ya habladas todas las
cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos solo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas».

San Juan de la Cruz

Nace en Fontiveros, Avila. A instancias de santa Teresa, fue el primer religioso del Carmelo reformado. Doctor de la Iglesia por sus escritos místicos (1542?-1591).


viernes, 17 de agosto de 2018

CRISTO S EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.



Acerquémonos a nuestro Redentor. Unámonos a la asamblea de los santos, a la reunión de los justos. El Señor será la luz de todos y esta luz verdadera que alumbra a todo hombre brillará para todos. Iremos a donde nuestro Señor Jesucristo ha preparado una morada para sus siervos para que donde él está este­mos también nosotros. Esta es su voluntad, su deseo: Volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde voy a estar yo.

Nos ha mostrado el lugar y el camino cuando dice: Vosotros ya sabéis el camino para ir adonde yo voy. El lugar es estar junto al Padre; el camino es Cristo, como él mismo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Entremos en este camino, unámonos a la verdad, sigamos la vida. El camino es el que nos conduce, la verdad la que nos asegura, la vida es que se nos da él mismo. Y para que comprendamos bien lo que él quiere, añade más ade­lante: Padre, yo deseo que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo. Te seguimos, Señor Jesús. Pero para que te sigamos ^lámanos, por­que sin ti nadie llega hasta ti! Tú eres nuestro auxilio, nuestra fe, nuestra recompensa. ¡Acoge a los que te pertenecen, tú que eres el camino; fortifícalos, tú que eres la verdad; vivifícalos, tú que eres la vida!

San Ambrosio
Nació en Tréveris (Alemania). De familia y educación romana, fue obispo de Milán, elocuente predicador y gran catequeta: convirtió y bautizó a san Agustín. Es doctor de la Iglesia (340-397).

 


martes, 14 de agosto de 2018

SAN MARCOS, TRANSMISOR DE LA FE.


La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre todopoderoso, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por los profetas anunció los planes de Dios, el advenimiento de Cristo, su nacimiento de la Virgen, su pasión, su resurrección de entre los muertos, su ascensión cor­poral a los cielos, su venida de los cielos, en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas y resucitar todo el linaje humano.

La Iglesia, pues, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos. Las iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los íberos o de los celtas. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad.
San Ireneo de l yon
Discípulo de san Policarpo, obispo de Esmirna. Como obispo de Lyon (Francia), se erigió en defensor de la ortodoxia frente a los gnósticos. Murió mártir (t 202).








viernes, 10 de agosto de 2018

LA FE ABRE LAS PUERTAS DEL REDIL.


En verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Jesús acaba de abrir la puerta que antes estaba cerrada. El mismo es esta puerta. Reconozcámosle, entremos, y alegrémonos de haber entrado. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; aquí hay que leer: «Los que no han venido de mi parte». Los pro­fetas llegaron antes de su venida; ¿eran acaso ladrones y bandidos? De ninguna manera, pues ellos estaban con Cristo. El mismo los había enviado como mensajeros, guardando en sus manos el corazón de sus enviados. Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice Jesús. Si él es la verdad, esos que estaban en la verdad estaban con él. Por el contrario, los que no vinieron de parte de él son unos ladrones y unos bandidos, porque no vinieron más que para saquear y hacer morir.


Pero los justos creyeron que él iba a venir, tal como nosotros creemos que ya ha venido. Los tiempos han cambiado, la fe es la misma. Una misma fe es la que une a los que creyeron que él iba a venir con los que creen que él ya ha venido. Nosotros vemos que, a pesar de ser en épocas diferentes, todos entran por la única puerta de la fe, es decir, por Cristo.


San Agustín

Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona.

Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina. Es doctor de la Iglesia (354-430).

 


martes, 7 de agosto de 2018

IMPORTANCIA DE LA LITURGIA PARA LA FE Y LA EUCARISTÍA.


La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. Por su parte, la liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados «con los sacramentos pascuales», sean concordes en la piedad; ruega a Dios que «con­serven en su vida lo que recibieron en la fe», y la reno­vación de la alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo.
Por tanto, de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santifica­ción de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.

Concilio Vaticano II
Concilio ecuménico XXI de la Iglesia católica (1963-1965).

jueves, 2 de agosto de 2018

COMULGANDO, NOS HACEMOS PARTICIPES DE CRISTO.


Cuando Cristo dice de sí mismo, refiriéndose al pan: Este es mi cuerpo, ¿quién dudará? Te es dado su cuerpo bajo la forma de pan y su sangre bajo la forma de vino para que, participando en el cuerpo y en la san­gre de Cristo, formes con él un solo cuerpo y una sola sangre. Así nos convertimos en «portadores de Cristo», cristóforos. Su cuerpo y su sangre se diluyen en nuestros miembros. Así nos hacemos partícipes de su naturaleza divina. En otro tiempo, conversando con los judíos, Cristo les decía: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Si el pan y el vino son puramente tales a tus ojos, no te quedes en esto. Si tus sentidos te extravían, deja que la fe te asegure.

Cuando te acercas, pues, para recibir el Cuerpo de Cristo, no te acerques distraído, extendiendo las pal­mas de las manos con los dedos separados, sino, como se va a posar el Rey sobre tu mano derecha, hazle un trono con tu mano izquierda y en el hueco de tu mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde: ¡Amén!



San Cirilo de Jerusalén

Obispo de Jerusalén, autor de catequesis y predicaciones, sufrió varios destierros. Es doctor de la Iglesia (315-386).

lunes, 30 de julio de 2018

CRISTO TIENE UN SABOR DISTINTO PARA CADA UNO.


Dios envió a su Hijo a este mundo, el pan de los ánge­les, por el amor extremo con que nos amó. Porque Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único. Este es el verdadero maná que el Señor hizo llover del cielo como alimento de los hombres, este el que Dios en su bondad ha preparado para sus pobres. Porque Cristo, que descendió por todos los hombres, atrae a todos hacia sí por su bondad inefable. No rechaza a nadie y admite a todos los hombres a la conversión. Para todos los que lo reciben es dulzura deliciosa. Únicamente él puede colmar todos los anhelos del hombre y se adapta de manera diferente a unos y a otros, según sus ten­dencias, sus deseos y apetitos.



Cada uno encuentra en él un sabor distinto. Porque no tiene el mismo sabor para el que se convierte y comienza el camino como para el que avanza en él o está ya llegando a la meta. No tiene el mismo sabor en la vida activa que en la vida contemplativa, ni para el que usa de este mundo como el que vive apartado de él, para el célibe y el hombre casado, para el que ayuna y distingue los días como para el que considera todos iguales. Este maná cura las enfermedades, alivia los dolores, anima en los esfuerzos y fortalece la espe­ranza. Aquellos que lo han saboreado siempre ten­drán hambre. Los que tienen hambre serán saciados.

San Balduino de Ford
Abad cisterciense (t Ca. 1190).


viernes, 27 de julio de 2018

"EL HIJO", TITULO DE NOBLEZA DE JESUS.




Hemos de recordar que el título de nobleza teoló­gica central de Jesús es «el Hijo». Sin duda intentó resu­mir en una palabra la impresión general que daba su vida; la orientación de su vida, su raíz y su punto de origen tenía como nombre «Abba», papá. Sabía que nunca estaba solo; hasta en su último grito en la cruz se dirige por entero al Otro, al que llama Padre. Esto es lo que hizo posible que su verdadero título de nobleza no sea finalmente «Rey» ni «Señor» ni otros atributos de poder, sino una palabra que también podríamos traducir por «niño». Entonces, podemos decir que si el niño ocupa un lugar eminente en la predicación de Jesús es porque está en consonancia con su misterio más personal, su filiación.

Su mayor dignidad, que le lleva a su divinidad, no es, al final, un poder que posee por sí mismo, sino que consiste en el hecho de volver al Otro: a Dios Padre... El hombre quiere hacerse Dios y debe llegar a él. Pero cada vez que, como en el eterno diálogo con la ser­piente del Paraíso, trata de alcanzarlo librándose de la tutela de Dios, y rechaza la infancia como estado de vida, desemboca en la nada, porque se opone a su pro­pia verdad que es dependencia. Solamente ha de con­servar lo más esencial de la infancia y la existencia de hijo, vivida primero por Jesús, para entrar con el Hijo en la divinidad.

JOSEPH RATZINGER

Teólogo alemán del siglo XX, perito en el Concilio Vaticano II.

Papa emérito Benedicto XVI.

 



martes, 24 de julio de 2018

LA FE ES UN DON GRATUITO DE DIOS.


El acto de fe es voluntario por su propia naturaleza. «Ciertamente, Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad. Por ello, quedan vinculados en con­ciencia, pero no coaccionados... Esto se hizo patente, sobre todo, en Cristo Jesús» (Concilio Vaticano II, 11). En efecto, Cristo invitó a la fe y a la conversión, él no forzó jamás a nadie... Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación.

La fe es un don gratuito que Dios hace al hom­bre. Este don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe. Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos ali­mentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que nos la aumente; debe actuar por la cari­dad, ser sostenida por la esperanza y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

Catecismo de la Iglesia Católica

Exposición de la fe y de la doctrina de la Iglesia católica promulgada por Juan Pablo II en el año 1992 y cuya versión latina oficial se publicó el día 15 de agosto de 1997.