martes, 18 de septiembre de 2018

UN SOLO SEÑOR, TRES PERSONAS, UNA NATURALEZA.


El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma sustancia y de una inseparable igualdad. La unidad reside en la esencia; la pluralidad, en las Personas. El Señor indica abiertamente la unidad de la divina esencia y la trinidad de las Personas cuando dice: Bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No dice «en los nombres» sino «en el nombre», por donde nos enseña la unidad en la esencia. Pero, a ren­glón seguido emplea tres nombres, para enseñarnos que hay tres Personas. En esta Trinidad se encuentra el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza, el muy bienaventurado gozo.

El origen supremo, como afirma san Agustín, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien proceden el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la verdad del Padre, que no le es desemejante en ningún punto, que veneramos jun­tamente con el Padre y en el Padre, que es el modelo de todas las cosas porque todo ha sido creado por él y que todo se le restituye. El gozo muy bienaventu­rado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo; y este don, debemos creer y sostener que es exactamente igual al Padre y al Hijo.

San Antonio de Padua

Teólogo franciscano portugués y gran predicador.

Es doctor de la Iglesia (Ca. U9S-I23I).

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