sábado, 29 de septiembre de 2018

EL "PADRE NUESTRO" DEBE SER EN COMUNIÓN CON LOS FIELES.


Ante todo, Jesús, el Doctor de la paz y el Maestro de la unidad, no ha querido que la oración sea individual y privada, de suerte que rezando cada uno no rece solo por sí mismo: «Padre mío que estás en los cielos»; ni «dame mi pan». Cada uno no pide que la deuda le sea perdonada a él solo, y no es por él solo por quien pide no caer en la tentación y ser librado del mal. Para nosotros la oración es pública y comunitaria; y cuando oramos, no rogamos por uno solo, sino por todo el pue­blo; pues nosotros, todo el pueblo, somos uno.
El Dios de la paz y el Señor de la concordia que ha enseñado la unidad ha querido que uno solo rece por todos, como en él mismo uno solo ha cargado con todos los hombres. Los tres jóvenes hebreos encerrados en el horno ardiente observaron esta ley de la oración. Los apóstoles y los discípulos, después de la ascensión del Señor, rezaban de esta manera: Con un mismo cora­zón todos perseveraban en la oración, con las muje­res, con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos. Con un mismo corazón perseveraban en la oración; por su fervor y amor mutuo, testimoniaban que Dios, que hizo habitar a los hombres iguales en una misma casa, no admite en su morada eterna sino a aquellos en los que la oración se traduce como la unión de las almas.
San Cipriano
Natural de Cartago y convertido del paganismo, llegó a ser obispo de su ciudad; escribió en tiempos de persecución de la Iglesia y sufrió el martirio (210-258).



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