Anuncia la bondad de Dios. Siendo tú indigno de ello, él te acompaña,
se lo debes todo a él, y no te reclama nada. A cambio de las pequeñas cosas que
tú haces, te lo recompensa dándote grandes cosas. No llames, pues, a Dios
simplemente justo. Si David le nombra justo y recto, su Hijo nos revela que es
mucho más que bueno y suave: Es bueno con los malvados y desagradecidos.
¿Cómo puedes tú quedarte
con la simple justicia de Dios al leer el capítulo sobre el salario de los
trabajadores? Amigo, no te hago ninguna injusticia. Quiero darle a
este último igual que a ti. ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? ¿Cómo se puede decir simplemente
que Dios es justo leyendo el capítulo del hijo
pródigo que malgastó en una vida disoluta la
riqueza de su padre, y por la sola compunción que le mostró, su padre corrió
hacia él, se le echó al cuello y le dio pleno poder sobre todas sus riquezas?
No es cualquiera quien nos dice esto sobre Dios, de modo que pudiéramos dudar:
es su propio Hijo; es él mismo quien ha dado de Dios este testimonio. ¿Dónde se
encuentra, pues, la justicia de Dios? ¿No es en aquello de cuando éramos
pecadores Cristo murió por nosotros? Si Dios ya aquí abajo se muestra
compasivo, creemos que lo será por toda la eternidad.
San
Isaac el Sirio
Monje y obispo, asceta, místico, escritor y
teólogo (640-700).
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