martes, 11 de septiembre de 2018

AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.


El primer y gran mandamiento es este: Amarás al Señor tu Dios. Pero nuestra naturaleza es frágil; en noso­tros el primer grado del amor es amarnos a nosotros mismos antes que a otra cosa, por nosotros mismos. Para impedir que nos deslicemos demasiado fácilmente por esta pendiente, Dios nos ha dado el precepto de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Ahora bien, constatamos que esto no nos es posible sin Dios, sin reconocer que todo nos viene de él, y que sin él no podemos absolutamente nada. En este segundo grado, pues, el hombre se vuelve hacia Dios, pero no le ama más que para sí mismo y no por él.

Sin embargo, sería necesario tener un corazón de mármol o de bronce para no conmovernos con los auxi­lios que Dios nos da cuando, en las pruebas, nos vol­vemos hacia él. Pronto comenzamos a amarle a causa de la dulzura que encontramos en él, más que a causa de nuestro propio interés. Cuando nos encontramos en esta situación, no es difícil amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos si amamos a los demás en la medida en que somos amados, como Jesucristo nos ha amado. He aquí el amor del que dice con el salmista: Cantad las alabanzas del Señor, porque es bueno. Alabar al Señor no solo porque es bueno con nosotros, sino sim­plemente porque él es bueno, amar a Dios por Dios y no por nosotros mismos, es el tercer grado del amor.

San Bernardo





No hay comentarios:

Publicar un comentario