viernes, 10 de noviembre de 2017

EL PADRE ESTA SIEMPRE DISPUESTO AL PERDÓN.


Las puertas están abiertas para cualquiera que regrese sinceramente a Dios, con todo su corazón, y el Padre recibe con gozo al hijo que se arrepiente de verdad. ¿Cuál es el signo del verdadero arrepentimiento? No volver a caer en las viejas faltas y arrancar del cora­zón, desde sus raíces, los pecados que nos han puesto en peligro de muerte. El Señor exclamó: Misericordia quiero y no sacrificios. No quiero la muerte del peca­dor sino que se convierta. Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve blanquearán; aun­que sean rojos como la escarlata, como lana blanca quedarán.
Solo Dios puede perdonar los pecados y no impu­tar las faltas, y el Señor Jesús nos exhorta a perdonar cada día a los hermanos que se arrepienten. Si noso­tros que somos malos sabemos dar cosas buenas a los demás, ¿cuánto más lo hará el Padre lleno de ternura? El Padre de toda consolación atiende a los que se con­vierten. La conversión verdadera supone dejar de pecar y no volver a mirar atrás. Lamentemos, pues, amarga­mente nuestras faltas pasadas y pidamos al Padre que las olvide. En su misericordia puede deshacer todo lo que se había hecho y, por el rocío del Espíritu, borrar las fechorías pasadas.
San Clemente de Alejandría
Quizá ateniense, converso, director de la escuela catecumenal de Alejandría (I50T-2I5?).


 

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