miércoles, 3 de enero de 2018

ACOJAMOS A JESÚS.

Celina, ya ves todo lo que Jesús nos ha enseñado al hacernos subir al árbol simbólico del que te hablaba hace poco. Y ahora ¿qué ciencia va a enseñarnos? ¿No nos lo ha enseñado ya todo? Escuchemos lo que el Señor nos dice: «Bajad enseguida, porque hoy tengo que alojarme en vuestra casa». ¿Pero cómo? Jesús nos dice que bajemos. Déjame que te diga hasta donde debemos seguir ahora a Jesús. Una vez, los judíos le pre­guntaron a nuestro divino Salvador: Maestro, ¿dónde vives?, y él les respondió: Las zorras tienen madrigue­ras y los pájaros del cielo nidos, yo no tengo donde reclinar la cabeza. He ahí hasta donde tenemos que bajar nosotras para poder servir de morada a Jesús: hacernos tan pobres, que no tengamos donde repo­sar la cabeza.

Lo que Jesús desea es que lo recibamos en nues­tros corazones. Estos, qué duda cabe, están ya vacíos de criaturas, pero yo siento que lamentablemente el mío no está totalmente vacío de mí misma, y por eso Jesús me manda bajar. Él, el Rey de reyes, se humilló de tal suerte, que su rostro estaba escondido y nadie lo reconocía. Pues yo también quiero esconder mi ros­tro, quiero que solo mi amado pueda verlo, que solo él pueda contar mis lágrimas, que al menos en mi cora­zón sí que pueda reposar su cabeza querida y sentir que allí sí es conocido y comprendido.


Santa Teresa del Niño Jesús
 Carmelita descalza; es doctora de la Iglesia (1873-1897)

No hay comentarios:

Publicar un comentario