Celina, ya ves todo lo que Jesús nos ha
enseñado al hacernos subir al árbol simbólico del que te hablaba hace poco. Y
ahora ¿qué ciencia va a enseñarnos? ¿No nos lo ha enseñado ya todo? Escuchemos
lo que el Señor nos dice: «Bajad enseguida, porque hoy tengo que alojarme en
vuestra casa». ¿Pero cómo? Jesús nos dice que bajemos. Déjame que te diga hasta
donde debemos seguir ahora a Jesús. Una vez, los judíos le preguntaron a
nuestro divino Salvador: Maestro, ¿dónde vives?, y él les respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos, yo no
tengo donde reclinar la cabeza. He ahí hasta donde tenemos que bajar nosotras para poder servir de
morada a Jesús: hacernos tan pobres, que no tengamos donde reposar la cabeza.
Lo que Jesús desea es que lo recibamos en
nuestros corazones. Estos, qué duda cabe, están ya vacíos de criaturas, pero
yo siento que lamentablemente el mío no está totalmente vacío de mí misma, y
por eso Jesús me manda bajar. Él, el Rey de reyes, se humilló de tal suerte,
que su rostro estaba escondido y nadie lo reconocía. Pues yo también quiero
esconder mi rostro, quiero que solo mi amado pueda verlo, que solo él pueda
contar mis lágrimas, que al menos en mi corazón sí que pueda reposar su cabeza
querida y sentir que allí sí es conocido y comprendido.
Santa Teresa del Niño
Jesús
Carmelita descalza; es doctora de la Iglesia
(1873-1897)
No hay comentarios:
Publicar un comentario