martes, 20 de marzo de 2018

EL DESIERTO ES FUENTE DE AGUA VIVA.


Yendo al desierto, Jesús entra en la historia de sal­vación de su pueblo, el pueblo elegido. Esta historia empieza después de la salida de Egipto por una migra­ción de cuarenta años por el desierto. En el centro de este tiempo de cuarenta años están los encuentros «cara a cara» con Dios: estos cuarenta días de Moisés en la montaña, en ayuno absoluto, lejos de su pueblo, en la soledad de la nube, en la cima de la montaña. Del núcleo de estos días surge la fuente de la revelación. Volvemos a encontrar el espacio de cuarenta días en la vida de Elias: perseguido por el rey Acab, el profeta camina cuarenta días por el desierto, volviendo así al origen de la alianza, a la voz de Dios, para un nuevo comienzo de la historia de salvación.

Jesús entra en esta historia. Revive las tentaciones de su pueblo, las tentaciones de Moisés. Como Moisés, ofrece su vida por el pueblo: con tal de que el pueblo se salve, está dispuesto a dar su vida. Así, Jesús será el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Será el auténtico Moisés que está en el seno del Padre, cara a cara con él para revelar al Padre. En los desiertos del mundo, él es la fuente de agua viva, palabra de vida, camino, verdad y vida. Desde la cruz nos entrega la alianza nueva. Auténtico Moisés, él entra por la resu­rrección en la tierra prometida que Moisés no alcanzó, y por la cruz, Jesús nos abre las puertas del reino.

JOSEPH RATZINCER

Teólogo alemán del siglo XX, perito en el Concilio Vaticano II.

Papa emérito Benedicto XVI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario