Yendo al desierto, Jesús entra en la historia de salvación de su
pueblo, el pueblo elegido. Esta historia empieza después de la salida de Egipto
por una migración de cuarenta años por el desierto. En el centro de este
tiempo de cuarenta años están los encuentros «cara a cara» con Dios: estos
cuarenta días de Moisés en la montaña, en ayuno absoluto, lejos de su pueblo,
en la soledad de la nube, en la cima de la montaña. Del núcleo de estos días
surge la fuente de la revelación. Volvemos a encontrar el espacio de cuarenta
días en la vida de Elias: perseguido por el rey Acab, el profeta camina
cuarenta días por el desierto, volviendo así al origen de la alianza, a la voz
de Dios, para un nuevo comienzo de la historia de salvación.
Jesús entra en esta historia. Revive las
tentaciones de su pueblo, las tentaciones de Moisés. Como Moisés, ofrece su
vida por el pueblo: con tal de que el pueblo se salve, está dispuesto a dar su
vida. Así, Jesús será el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Será el
auténtico Moisés que está
en el seno del Padre, cara
a cara con él para revelar al Padre. En los desiertos del mundo, él es la
fuente de agua viva, palabra de vida, camino, verdad y vida. Desde la cruz nos
entrega la alianza nueva. Auténtico Moisés, él entra por la resurrección en la
tierra prometida que Moisés no alcanzó, y por la cruz, Jesús nos abre las
puertas del reino.
JOSEPH
RATZINCER
Teólogo
alemán del siglo XX, perito en el Concilio Vaticano II.
Papa
emérito Benedicto XVI.
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