viernes, 23 de septiembre de 2016

SILENCIO, HUMILDAD Y ORACIÓN.



Para ser santos necesitamos humildad y oración. Je­sús nos enseñó el modo de orar y también nos dijo que aprendiéramos de él a ser mansos y humildes de corazón. Pero no llegaremos a ser nada de esto a me­nos que conozcamos lo que es el silencio. La humildad y la oración las desarrollan un oído, una mente y una lengua que han vivido en silencio con Dios, porque en el silencio del corazón es donde habla él.
Impongámonos realmente el trabajo de aprender la lección de la santidad de Jesús, cuyo corazón era man­so y humilde. La primera lección de ese corazón es un examen de conciencia; el amor y el servicio lo siguen inmediatamente. El examen no es un trabajo que ha­cemos solos, sino en compañía de Jesús. No debemos perder el tiempo echando inútiles miradas a nuestras miserias, sino emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que su luz nos ilumine.
Si la persona es humilde, nada la perturbará, ni la alabanza ni la ignominia, porque se conoce, sabe quién es. Si la acusan, no se desalentará; si alguien la llama santa, no se pondrá sobre un pedestal. Si eres santo, dale gracias a Dios; si eres pecador, no sigas siéndolo. Cristo nos dice que aspiremos muy alto, no para ser como Abrahán o David ni ninguno de los santos, sino para ser como nuestro Padre celestial. No me elegis­teis vosotros a mí, fui yo quien os eligió a vosotros.

Santa TERESA DE CALCUTA

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