martes, 14 de julio de 2015

EL AMOR DEL HIJO.


 



 

 

Mirad, mirad en mí vuestro cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestra sangre. Si teméis lo que es de Dios, ¿Por qué no amáis lo vuestro? Si huis del Señor, ¿Por qué no corréis hacia el Padre? Quizás sea la inmensidad de mi pasión, cuyos responsables fuisteis responsables vosotros, lo que os confunde. ¡No temáis! Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me infligen dolor; lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros. Estas llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas. Mi cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge como un seno más dilatado pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre, no la pierdo, la derramo por vosotros. Venid pues, retornad, y comprobareis que soy un hermano, que de vuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa ternura por tales heridas                                                 

  San PEDRO CRISÓLOGO

        (380-450)

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario