domingo, 19 de julio de 2015

LA ALEGRÍA DE JESÚS.



Jesús sufre cuanto nos ama: la intensidad de su dolor es directamente proporcional a la intensidad de su afecto. Por fortuna, el corazón no comporta solo vulnerabilidad, sino también capacidad de alegrarse. De ahí que la alegría que procuramos al Señor también se multiplica por lo mucho que nos quiere. Un pequeño detalle de cariño le produce un gozo quizás cien veces más grande que el nuestro en las mismas circunstancias. Entre sus sentimientos y los nuestros no hay solo una diferencia de intensidad sino también de calidad. Su afecto es el más hermoso que jamás haya existido porque no está contaminado por el egoísmo: no hay vanidad en sus alegrías , y sus penas nada tienen que ver con el orgullo herido. Goza y sufre únicamente porque ama. El desamor solo le hace sufrir porque ve truncado su deseo de contribuir a nuestra felicidad.

Michel ESPARZA
Sintonía con Cristo.

 

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