sábado, 5 de diciembre de 2015

LOS VA Y VEN EN LA ORACIÓN.


 
 

Conocemos el amor que tú nos has dado, sin límites, indecible; es luz inaccesible, luz que actúa en todo. En efecto, ¿qué hay que no haga esta luz, y qué no es ella? Ella es encanto y gozo, dulzura y paz, misericordia sin fin, abismo de compasión. Cuando la poseo, no me doy cuenta, tan solo la veo cuando se va. Me afano para capturarla, y se esfuma enteramente. No sé qué hacer, y me consumo. Con lágrimas y gran humildad aprendo a pedir y a buscar y a no considerar como cosa posible lo que está por encima de la naturaleza, ni como efecto de mi poder o del esfuerzo humano, lo que viene de la compasión de Dios y de su infinita misericordia.

Esta luz nos conduce de la mano, nos fortifica, nos enseña, mostrándose, pero huyendo cuando tenemos necesidad de ella. No es cuando queremos -eso es solo para los perfectos - sino cuando estamos perturbados y completamente agotados que viene en nuestra ayuda. Aparece y la veo desde lejos y me concede sentirla en mi corazón. Grito hasta ahogarme de tanto que la quiero atrapar, pero todo es noche, y vacías quedan mis manos. Lo olvido todo, me siento y lloro, desesperando por verla otra vez. Tras mucho llorar, viene misteriosamente y vuelvo a deshacerme en lágrimas sin saber que está allí, iluminando mi espíritu con una dulcísima luz.

San SIMEÓN EL NUEVO TEÓLOGO.    949 - 1022

 

 

 

 

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