lunes, 18 de junio de 2012

EL PECADO: TRUCOS DE SATANÁS

EL PECADO.

EL pecado es una acción que destruye nuestro vínculo familiar con Dios y nos aparta de la vida y de la libertad.
¿Cómo sucede esto?
Tenemos la  obligación ante todo, de resistir la tentación. Si entonces fallamos y pecamos, tenemos la obligación de arrepentirnos inmediatamente. Si no nos arrepentimos, Dios nos deja que vayamos a lo nuestro: permite que experimentemos las consecuencias naturales de nuestros pecados, los placeres ilícitos. Si seguimos sin arrepentirnos –mediante la abnegación y los actos de penitencia- Dios permite que continuemos en pecado, formando así un hábito, un vicio que oscurece nuestro entendimiento y debilita nuestra voluntad.
Una vez enganchados a un pecado, nuestros valores se vuelven del revés. El mal se convierte en nuestro “bien” más urgente, nuestro más profundo anhelo; el bien se presenta como un “mal” porque amenaza con apartarnos de satisfacer nuestros deseos ilícitos. Llegados a ese punto, el arrepentimiento llega a ser casi imposible, porque el arrepentimiento es, por definición, un apartarse del mal y volverse hacia el bien; pero, para entonces, el pecador ha redefinido a conciencia tanto el bien como el mal. Isaías dijo de tales pecadores: “¡Ay de aquellos que llaman mal al bien y bien al mal” (Is 5, 20).
Una vez que hemos abrazado el pecado de esta manera y rechazado nuestra alianza con Dios, solo puede salvarnos una calamidad, o un terremoto espiritual.
¿Y qué pasa cuando una nación ha caído en un pecado grave y habitual? Funciona el mismo principio. Dios interviene permitiendo una depresión económica, una conquista extranjera o una catástrofe natural. Bastante a menudo, una nación provoca estos desastres a causa de sus pecados. Pero, en cualquier caso, constituyen la más misericordiosa de las llamadas de atención. A veces el desastre significa que el mundo que conocieron los pecadores está en vía de extinción. Pero como dijo Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde la vida?” (Mc 8, 36).
Pero la única razón por la que Dios permitiría estas cosas es porque nos ama. El mundo es bueno, pero el mundo no es Dios. Si hemos dejado que el mundo y sus placeres nos gobiernen como si fueran dios, lo mejor que puede hacer el Dios real es empezar a remover las piedras que constituyen el cimiento de nuestro mundo.

                                                                       Scott HAHN

1 comentario:

  1. Querida Chantal:He reflexionado mucho sobre el misterio del pecado:la antropología moderna nos ofrece pistas muy interesantes que nos esclarecen cada día más esta dimensión mistérica:toda acción humana le sirve al Hombre para su construcción, pero cuando comete pecados, el Hombre se destruye porque destruye su libertad como capacidad para construirse responsablemente a sí mismo en la apertura y en el amor a Dios y a los otros; el pecado desencadena en el Hombre un dinamismo disgregador del pecador, de toda su personalidad, que puede predisponerle a cometer toda clase de injusticias, con el consiguiente peligro para los demás.

    Desde el aspecto teológico el pecado es una magnitud religiosa, más que ética, aunque ésta no está excluida. El pecado tiene sentido dentro de los planes de salvación que Dios tiene para los hombres. Es un diálogo entre Dios y el Hombre, una llamada a una respuesta libre. En este sentido, el pecado siempre es un "no"a Dios.Por supuesto, en este caso, el Dios "ofendido", no es un Dios-objeto, ni un Dios concepto,ni tampoco el Dios-Padre-Creador- Todopoderoso: es el Dios ausente, callado, que es el que hace posible que este "no",se transforme por su Misericordia en un "acto religioso".
    En el Antiguo Testamento, se expresaba esta idea con aquellas imágenes de adulterio e infidelidades del pueblo elegido, Israel. En el Nuevo Testamento, aquel Dios ultrajado y Misericordioso que se ha revelado , en Jesucristo, sigue invitando al Hombre, ya reconciliado, a la construcción del Reino; el pecado, en el contexto neotestamentario,hoy, consiste en una lucha escatológica contra el Cristo, lucha que acabará con el fracaso total del pecado y del Demonio en la Parusia.Rosa de abril.

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