sábado, 20 de julio de 2013

LA HOSPITALIDAD.


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En un mundo como el nuestro donde tendemos a encerrarnos en nuestra casa o en nosotros mismos, las lecturas de hoy nos llaman la atención sobre la importancia de la hospitalidad, virtud que aparece en repetidas ocasiones en la Biblia. Abrahán recibe la visita de tres hombres, aunque los saluda como si fuera uno solo, por lo que muchos han visto en esta escena una prefiguración del misterio de la Trinidad.

La actitud de Abrahán sorprende porque, aunque hacía calor, abandona la sombra de la encina y corre al encuentro de aquellos hombres. No solo eso, sino que se pone a servirles personalmente, no deja de correr de un sitio para otro para atenderlos inmediata y debidamente,  y permanece de pie mientras comen. La visita inesperada ha sacado lo mejor de Abrahán permitiéndole ejercer la hospitalidad, y en esto también sale enriquecido. Abrahán está contento de recibir a otros en su casa y encuentra felicidad en hacerles la vida cómoda. Su alegría interior se ve coronada con la promesa de un hijo.

Cristo es el huésped que viene en nuestro corazón. En la Comunión, el Señor viene a cada uno de nosotros y nos da su amor. Es de ese amor del que nosotros extraemos la fuerza para servirle después, especialmente atendiendo a quienes más nos necesitan. Pero hemos de procurar de no perder de vista su presencia, para no desperdigarnos en las cosas que hacemos, aunque sean buenas y nobles. Continuadamente hemos de volver a los pies de Cristo, como Magdalena, para escuchar sus palabras y así experimentar, también en la acción, el gozo de su compañía.

 

David AMADO FERNÁNDEZ

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