martes, 4 de febrero de 2014

EL PERDÓN.




La oposición deliberada y habitual a los deseos de Jesucristo es lo que constituye un serio obstáculo para la oración.
Jesús está siempre dispuesto a renovar nuestra unión, sin  que importe la frecuencia con que caigamos o la gravedad de nuestra caída, tan pronto como nosotros estemos decididos a renunciar a nuestro camino propio. De hecho, hay un tipo de amor y comprensión que nace del pecado perdonado. Los pecados pasados, los fallos pasados no tienen por qué interponerse nunca entre nosotros y Él; con tal que estemos verdaderamente arrepentidos constituyen solamente un nuevo vínculo.
Y también los temores del futuro y la falta de una completa buena voluntad, que procede de las debilidad y timidez humanas, no tienen por qué ser más que un nuevo título para recibir la ayuda de Aquel que vino a curar a los enfermos y a salvar a los pecadores. Solamente los que han aprendido a “gloriarse en sus flaquezas” saben plenamente qué unión íntima de oración y de trabajo pueden hacerse con Jesucristo sobre la base de la propia debilidad, de los propios fracasos e, incluso, de los pecados pasados.

Eugène BOYLAN



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