domingo, 5 de octubre de 2014

ETERNO CAMINAR.


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Creer es entregarse. Entregarse es caminar incesantemente tras el Rostro del Señor. Abrahán es un eterno caminante en dirección de una Patria soberana y tal Patria no es sino el mismo Dios. Creer es partir siempre.

No hay en ese mundo cosa más difícil que llegar al encuentro del mismísimo Dios, que siempre está más allá de las palabras y de los conceptos. Para ello, es preciso atravesar el bosque de la confusión, el mar de la dispersión y la oscuridad inquebrantable de la noche.

Y. de esta manera, llegar a la claridad del Misterio.

Dios es impalpable como una sombra y, al mismo tiempo sólido como una roca. El Padre es eminentemente Misterio, y el misterio no se deja atrapar ni analizar. El misterio, simplemente, se acepta en silencio.

Dios no está al alcance de nuestra mano, como la mano de un amigo que podemos apretar con emoción. No podemos manejar a Dios como quien manipula un libro, una pluma, un reloj. No podemos decir: Señor mío, ven esta noche conmigo, mañana puedes irte. No lo podemos manipular.

Dios es esencialmente desconcertante porque es esencialmente gratuidad. Y  el primer acto de la fe consiste en aceptar esa gratuidad. Por eso la fe es levantarse siempre y partir siempre para buscar un Alguien cuya mano nunca estrecharemos. Y el segundo acto de fe consiste en aceptar con paz esa viva frustración.

Esto quiere decir que a Dios no se le entiende, se le acoge. Y si se le acoge de rodillas, se le entiende mejor.

 

Ignacio .LARRAÑAGA

El silencio de María.

 

 

 

 

 

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