miércoles, 14 de enero de 2015

LA ANGUSTIA DE UN PECADOR.


Señor, cuando yo llame a la puerta de tu casa, cansado de luchar, abatido y desnudo ¿me reconocerás?

Padre, si un día voy donde Tú estás sin poder llevarte otra cosa que mis infidelidades, mis amargos desengaños, mis batallas inútiles, todo el mal que hice a los demás ¿ sabrás quién soy?

Señor, hoy sé que no soy quien hubiera querido ser. Ni siquiera sé si me asemejo en algo a lo que esperabas de mí. No soy un santo. ¿Me aceptas así?

Porque puedo sentir que he sido el hombre perdido que viniste a buscar; el enfermo a quien sólo Tú podías sanar. ¿Me reconoces así?

Soy un pobre ser que reclama tu amor, sólo amor. Y veo que mis manos están sucias y que voy vestido de mugre; pero creo ser ese hijo para quien reservas el traje de fiesta, un anillo y, sobre todo, esa ternura infinita que emana de ti, para sentir el abrazo del encuentro y entrar en tu casa, y celebrar una fiesta que nunca ha de terminar.

 

Jesús SÁNCHEZ ADALID

Novela: “El alma de la ciudad”.

 

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