martes, 17 de febrero de 2015

ADÁN Y EVA, CAÍN Y ABEL.


¡Qué poco ha cambiado el mundo! A pesar de todos los avances tecnológicos , el hombre queda fiel a su naturaleza.

Eso pensaba esos días mientras leíamos la palabra de Dios. Primero Adán, cuando Dios le pregunta porque sabe que está desnudo, se escurre y le echa la culpa a Eva. Y esa, también se considera inocente por haber comido la manzana.  "Es la serpiente". Y como la serpiente no tiene alma, todo en paz. Nadie tiene la culpa.

Caín ha matado a su hermano, pero él tampoco tiene nada que ver en el asunto.  Dios no le había encargado de velar por su hermano Abel.

Y ¿No seguimos alguna vez  comportándonos como nuestros padres lejanos?  ¿No encontramos alguna excusa por algo que  se remueve  en el fondo de nuestro corazón? ¿No hay algo o alguien que ha influido en nuestra conducta? Casi seguro que sí, pues vivimos con un cúmulo de influencias, pero al final somos nosotros que no hemos sabido parar la cadena del mal.

Lo cierto, pensamos, es que no hemos cometido esa falta de delicadeza, incluso ese pecado, más o menos grave.  Son las circunstancias, es la gente, es lo que se hace. Luego, no hay necesidad de confesarse, y así aligerar la conciencia, y recobrar la alegría que aquel gusanito corroía poco a poco.
CHANTAL

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