Meditando la escena de cuando el
niño Jesús fue hallado en el Templo y volvió con sus padres a Nazaret, Carlos
de Foucauld pregunta a Jesús cómo era la oración en su hogar:
Jesús responde: Era en primer
lugar y sobre todo adoración, es decir contemplación, admiración muda, que es
el más elocuente de los lenguajes; esa admiración muda que esconde la más
apasionada de las declaraciones de amor, una oración continua puesto que orar
significa estar con Dios; en segundo lugar dedicando a ella menos tiempo, la
acción de gracias: acción de gracias primero por la gloria de Dios, por el
hecho de que Dios es Dios, después por las gracias en la tierra a todas las
criaturas; un grito de perdón, perdón por los que no piden perdón, acto de
contrición en nombre del mundo entero, dolor por ver a Dios ofendido; una
petición, petición de la gloria de Dios, que Dios sea glorificado por todas sus
criaturas, que su reino venga a ellos, que su voluntad de cumpla en ellas como
entre los ángeles, y que estas pobres
criaturas reciban en lo espiritual y en lo temporal todo lo que
necesitan y que al final sean libradas de todo mal en este mundo y en el otro.
“¿Había lugar para la penitencia,
Dios mío, en la casa de Nazaret?” Hijo mío, yo siempre he amado, he siempre
querido la penitencia: es un deber para todos los pecadores, dado que el más
pequeño de los pecados, siendo una ofensa a Dios, es digno de una penitencia
infinita como es infinito él quien ha sido ofendido: había tomado sobre mí los
pecados del mundo… mi primera palabra cuando comencé a predicar fue: Haced
penitencia”
Carlos DE FOUCAULD
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