miércoles, 28 de enero de 2015

LA COMUNICACIÓN.


 
Cuando uno sufre, desea o permanecer en silencio, o hablar con alguien. El sufrimiento nos hace comprender lo esencial que es la comunicación. Sin comunicación no podemos tener relación auténtica con nadie. Sin comunicación el otro no existe para mí, ni yo para el otro. Una persona que sufre desea existir para otra gente.

No hay neutralidad posible a la hora de comunicarse: si yo tengo un vínculo con alguien, cada uno de nosotros significa algo para el otro. Si la neutralidad se apodera de la comunicación personal, ésta pronto llega a su fin. Cuando sufrimos, sabemos lo difícil que es entrar en contacto con la persona que no se interesa por nosotros, su indiferencia mata cualquier posibilidad de comunicación y de relación. Sentimos entonces que no existimos para ellos; y no es lo que más nos importa o apena.

No puede reducirse la comunicación a las palabras. A menudo pensamos que ésta tiene lugar con frases y sentencias. Pero también pueden tocarnos en lo más hondo otras muchas cosas: una carta, un apretón de manos en silencio, un puño cerrado. Un regalo, dado o recibido, significa mucho, también una caricia, un signo de ternura. Comunicarse encierra siempre cierta carga afectiva entre las personas implicadas. Esto es verdad incluso cuando no es muy explicito. Dos extraños en un ascensor se comunican realmente. Dos empresarios que negocian con su típica frialdad no dejan de poner en juego sus propios intereses en el contrato

. Esta carga afectiva es aun más palpable en la comunicación que entabla una persona que sufre.

 

Pierre WOLFF

¿Puedo yo odiar a Dios?

 

 

martes, 20 de enero de 2015

¿ DERECHO A MORIR ?


 
Hoy parece que, por el hecho de invocar que algo es un derecho, efectivamente lo es. Los defensores de la eutanasia no tienen reparo en reivindicar el derecho a morir... sin embargo, este derecho éticamente no es viable. No puede haber un derecho a morir igual que no puede haber un derecho a matar. En el fondo la eutanasia, como el suicidio pretende eliminar la propia vida, o sea, matarse. Nadie puede detentar ese derecho. Los derechos humanos son "condiciones instrumentales que permiten a la persona su realización", según el Tratado de derecho Constitucional. La muerte no permite "realización" ninguna. Además, si la eutanasia fuera un derecho, ¿cómo negárselo a nadie? Un derecho es inalienable y debe respetarse sin condición de raza, cultura, religión, edad... si morir fuera un derecho, a cualquiera que en su vida le ocurre que pierda el sentido o las ganas de seguir con vida, podría matarse...

El adjetivo "digna"  no quita fuerza al substantivo, como si la muerte fuera menos muerte por ser digna. La dignidad es algo ligado a la vida, no a la muerte.

Además ¿Estáis tan seguros de que la muerte es un alivio, un consuelo, una especie de cámara vacía donde el dolor o la culpa o la desesperación no persisten?

No, la vida es el mundo de las posibilidades. Mientras hay vida algo se puede hacer.

 

Francisco Javier LUENGO MESONERO

 

 

miércoles, 14 de enero de 2015

LA ANGUSTIA DE UN PECADOR.


Señor, cuando yo llame a la puerta de tu casa, cansado de luchar, abatido y desnudo ¿me reconocerás?

Padre, si un día voy donde Tú estás sin poder llevarte otra cosa que mis infidelidades, mis amargos desengaños, mis batallas inútiles, todo el mal que hice a los demás ¿ sabrás quién soy?

Señor, hoy sé que no soy quien hubiera querido ser. Ni siquiera sé si me asemejo en algo a lo que esperabas de mí. No soy un santo. ¿Me aceptas así?

Porque puedo sentir que he sido el hombre perdido que viniste a buscar; el enfermo a quien sólo Tú podías sanar. ¿Me reconoces así?

Soy un pobre ser que reclama tu amor, sólo amor. Y veo que mis manos están sucias y que voy vestido de mugre; pero creo ser ese hijo para quien reservas el traje de fiesta, un anillo y, sobre todo, esa ternura infinita que emana de ti, para sentir el abrazo del encuentro y entrar en tu casa, y celebrar una fiesta que nunca ha de terminar.

 

Jesús SÁNCHEZ ADALID

Novela: “El alma de la ciudad”.

 

jueves, 8 de enero de 2015

LA VIDA DE LAS PERSONAS MAYORES.


 


En España cada vez vivimos más y mejor. A nuestro país “le están saliendo más canas”, y ésta es una buena noticia. El  aumento de la esperanza de vida ha producido un grupo de personas mayores que, a pesar de estar fuera del mundo laboral, tienen capacidad y recursos activos que les permiten participar en la actividad social y familiar.

La mayoría de esas personas los emplean viajando, cuidando a sus nietos, participando en obras sociales… o disfrutando de sus aficiones.

Solemos pensar que hacerse mayor implica pérdidas de todo tipo: biológicas, sociales, psicológicas. Pero no existen trayectorias únicas del desarrollo, ya que se producen continuidades y discontinuidades. A pesar de haber superado muchos “ismos”, sigue desgraciadamente vigente el “edadismo”. Es un prejuicio, pues en cualquier momento de la vida se pueden encontrar logros positivos y negativos. La vejez, como todas las demás etapas, implica pérdidas y ganancias, crecimiento o incremento, y declive o decadencia.

Con todo, no se puede obviar que la vejez conlleva ciertas limitaciones físicas o psíquicas. Dos actitudes son posibles:

Contemplar su vida pasada como una experiencia llena de sentido, productiva y dichosa, lo que les ayuda a llevar las limitaciones actuales con más alegría, y a seguir  viviendo las cosas actuales como valores de creación o de experiencia.

O como una gran decepción llena de promesas incumplidas y metas no realizadas, y entonces los valores trascendentes y espirituales les ayudan a superar esos momentos difíciles.

Les experiencias de la propia vida y como uno afronte esta última etapa determinarán el resultado de cómo vivimos nuestra vejez.

 

Javier LÓPEZ MARTÍNEZ

 

sábado, 3 de enero de 2015

NAZARET.


Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida. ¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret!

¡Cómo quisiéramos volver a empezar junto a María y José nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!

Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas presiones de nuestra ruidosa y agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros;  enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación personal que solo Dios ve.

 

Beato PABLO VI.