viernes, 12 de febrero de 2016

DIOS NOS MIRA COMO UN AMIGO.


Hace pocos meses apareció en español la autobiografía del P. Walter J. Ciszek titulada Caminando por valles oscu­ros. Este jesuíta americano se ofreció como voluntario para evangelizar la Unión Soviética. Arriesgando su vida y con un gran deseo de hacer apostolado, se unió a un grupo de deportados con destino a los Urales. Pero pronto se encon­tró con que nadie le hacía caso. Hablar de Dios no sólo resul­taba peligroso sino, al parecer, también innecesario porque a nadie le interesaba. Así pronto empezó a desanimarse y a pensar que su entrega, su oración y sus sacrificios no valían para nada. La cosa aún se complicó más porque fue acusado de espionaje, encerrado en la cárcel y finalmente condenado a 15 años de trabajos forzados en Siberia.
En ese continuo descendimiento, en el que se mezclaban los sentimientos de fracaso y de culpa, el P. Ciszek hizo este descubrimiento: «Dios, en su providencia, no deja vivir en paz a los hombres hasta la crisis del corazón que, antes o después, los convierte. Hasta que no perdí por completo la esperanza en mis propias fuerzas y capacidades, hasta que mis fuerzas no entraron definitivamente en bancarrota, no me rendí. Sólo puedo llamar a esto una experiencia de con­versión. Como toda gracia, fue un don gratuito de Dios». Actualmente está abierto su proceso de canonización.
En este ejemplo vemos cómo nuestra vocación, como padre de familia, consagrado, miembro fiel de la iglesia, sacer­dote. .., no es ajena a nuestra propia conversión y santificación. La misericordia que debemos comunicar antes la hemos recibido y es Dios quien generosamente nos la ofrece a diario. ♦


 
David AMADO FERNÁNDEZ

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